Eran las diez de la mañana cuando llegaba a la oficina, tomé el elevador para llegar al piso 11, me dirigí a mi oficina y observé una nota que había dejado la recepcionista, y tenía escrito lo siguiente “La Licenciada Laura Jiménez llega a las 11”.
Por un momento no la recordé, pero después me llego a la memoria que días atrás me había entrevistado con ella, una mujer sumamente atractiva y hermosa. Su presencia me había hecho sentirme ligeramente nervioso, aquella vez solo hablamos su vida, sus trabajos anteriores y de lo que sería el trabajo en esta oficina.
Yo no la había citado de nuevo, por eso se me hacia extraño que llegara a la oficina sin alguna cita.Mientras tomaba una taza de café y fumaba un cigarrillo veía hacia la inmensidad de la Ciudad de México cuando de repente timbró el teléfono, conteste y la llamada venía de la recepción. La Licenciada Laura Jiménez había llegado, le dije a la recepcionista que la dirigiera a mi oficina. Apague el cigarrillo y me arreglé el saco.
Tocó la puerta y dije que entrara. Era ella, de nuevo esa figura tan atractiva, un cuerpo perfecto con un rostro hermoso. Le dije que tomara asiento, nos saludamos y lo primero que le pregunte fue el motivo de porque estaba aquí de nuevo sin alguna cita, me contestó que le había gustado la vista de la ciudad y que simplemente quería platicar con alguien.
En otra situación mi reacción hubiera sido decirle que se retirara de inmediato, pero algo en ella, sus ojos, sus labios, su cuerpo, su aroma, hizo de mi más que un espectador ante ella y solo me limite a contestar, ¿De qué quieres hablar?. Le ofrecí una taza de café y un cigarrillo, aceptó ambos; empezó a decir que era la primera vez que hacía algo así, que siempre había sido muy reservada frente a las personas, pero que una de las cosas que la motivó a regresar fue la vista de la ciudad, esta misma vista y con mas altura la podía haber tenido en la Torre Latinoamericana, entonces empecé a cuestionarla sobre qué era lo que le llamaba de esta vista, me contesto que los edificios alrededor, los parques, las montañas y tu.
Yo, que solo soy un hombre común y corriente, sin ningún atributo físico que cumpla con los estándares de la moda o de las revistas para adolescentes, un hombre normal; le pregunté que te llamó de mí, me dijo anoche soñé contigo, un sueño donde hacíamos el amor, donde nos acariciábamos, donde solo éramos tu y yo, donde besaste todo mi cuerpo. Me quede sin palabras, nunca en mi vida me había pasado algo parecido, mi primera reacción fue prender un cigarrillo para calmar un poco mi nerviosismo, tomó mi mano y me dijo acércate.
Fue como si estuviera hipnotizado, camine dos pasos y estaba frente a ella, a solo diez centímetros de su boca, se acerco a mi rostro y empezó a pasar sus labios por todo este, sentía su respiración en mi cuello, hacia que mi piel se erizara, mis fuerzas se habían acabado ante ella, era totalmente suyo. La bese sin mesura, era totalmente suyo, sentía su lengua dentro de mi boca, sentía como acariciaba mi pecho, mi cuello, mi cara, yo solo la abrazaba, me sentía totalmente excitado, yo acariciaba su espalda, sus piernas.
Nos fuimos desabotonando nuestras ropas, besaba su cuello y bajaba poco a poco por sus pechos, hacia a un lado su sujetador para sentirlos más, besaba su vientre, su espalda, acariciaba sus nalgas, abrazaba sus piernas mientras yo besaba su entrepierna, acariciaba con mis labios cada parte de su cuerpo, sentía su aroma adentro de mi. Ella me había hecho suyo, no yo a ella, era como si ella controlara mis movimientos, como si supiera donde quería que yo la tocara y lo demostraba con cada suspiro que ella lanzaba. Ella empezó a recorrer cada parte de mi cuerpo al igual que yo lo había hecho, se detuvo en mi miembro, lo vio, lo acaricio, lo beso y lo introdujo en su boca, sin más me hacia mi cuerpo sintiera electricidad, era como estar sintiendo el placer más grande que hubiera sentido, sentir su lengua recorriendo cada centímetro de este. Nuestros cuerpos ya estaban desnudos, nos recostamos en el piso llevados por el deseo, se subió a mi abdomen, poco a poco fue acomodándose hasta donde nuestros sexos intercambiaban fluidos, en un momento yo estaba adentro de ella y ella empezaba a menearse de una forma tan cadenciosa, escuchaba sus gemidos tan apasionantes, sentía como su cuerpo se unía con el mío, como nuestros seres se podían volver uno, aceleraba el ritmo, luego lo disminuía, acariciaba sus pechos, metía mi dedo en su boca, veía como se mordía los labios, sentía como su adentros se contraían, me apretaba, me hacía sentir un placer tan grande.
En un momento estábamos en posiciones contrarias, ahora yo estaba arriba de ella, entraba en ella, movía mi cuerpo de una forma lenta, con sus manos me apretaba contra ella, me agarraba mis nalgas y las arañaba, arañaba mi espalda, gemía y gemía, me decía que acelerara mis movimientos, yo lo hacia lo más rápido que podía, de una forma enérgica, hasta que hubo un momento en el que ella se apretó tan fuerte contra mí y yo eyacule adentro de ella, fue llegar a un gran momento de tranquilidad y felicidad acumulada en todo mi cuerpo. Me hice a un lado de ella y la abracé, la besé y me dijo, eso fue lo que soñé, precisamente por eso volví sin una cita hoy, espero no te hayas molestado. Arreglamos nuestras ropas. Me comento que se tenía que ir, y sin más se fue. Desde aquella vez, tres o cuatro veces al mes, la recepcionista deja un recado en mi oficina para decirme que viene la Licenciada Laura Jimenez.
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