domingo, 23 de mayo de 2010



Soy una mujer de veintitrés años con muchas fantasias sexuales, lectora y estudiante de doctorado en una gran universidad canadiense. Y ya basta de vida real, ahora vamos al sexo y a las fantasias sexuales. Sólo he tenido cuatro compañeros, todos hombres mayores, muy tradicionales y convencionales.
La masturbación y el orgasmo son dos cosas que descubrí durante los últimos cinco meses, más o menos. Las fantasias que tengo cuando me masturbo varían constantemente. Tratan de simples encuentros con hombres que conozco y que me atraen, o bien de la dominación a manos de un hombre imaginario, o más a menudo, de una mujer. Voy a narrar una fantasía sexual completa, aunque sólo con imaginar alguna parte ya puedo correrme.


Una lesbiana varonil pero muy atractiva me ha convencido para que me vaya a su casa. De camino, nos detenemos en unos almacenes y me obliga a probarme ropas de su elección.
Ella me mira mientras me las pruebo. Me trae una delicada camisola beis y me dice que me la pruebe sin el sujetador.
Yo obedezco. Ella está detrás de mí, frente al espejo, y de pronto me pone una mano en el pecho y otra en el pubis y me besa en el cuello.
Luego me ordena que me ponga mi ropa sobre la camisola, me está obligando a robar.
Llegamos a su apartamento, en un rascacielos. Cogemos el ascensor (vive en uno de los pisos más altos), y cuando se cierran las puertas me mete la mano agresivamente bajo la falda y me agarra el coño obscenamente (en los almacenes me ha quitado las bragas) y me mete la lengua en la boca.
Su cuerpo me presiona contra la pared del ascensor. Yo protesto. «Chris, suelo llamarla Chris, todavía no, ¿Y si entra alguien?
Pensarán que eres una lesbiana, como yo. Todo el mundo sabe que lo soy.

Me arrastra a su apartamento, tirándome del brazo. Cuando entramos, me aplasta la cara contra la pared mientras se quita sus zapatos primero y luego me quita los míos.
Me empuja hacia el salón y allí me acaricia y me provoca antes de servirse un aperitivo. Luego se sienta en el sofa.
Quítate la ropa, me ordena. Yo estoy de pie delante de ella. Me quito la ropa hasta quedarme sólo con la erótica camisola. ¡Date la vuelta! Yo obedezco tímidamente. (Tengo un aspecto muy tímido y femenino, allí de pie, medio desnuda, con mi largo pelo rizado atado en la nuca.) Ella hace rudos comentarios de admiración sobre mi culo y mis piernas.
Ahora agáchate. Tócate los pies. Yo lo hago. Me siento muy humillada, muy vulnerable. Luego me dice que me dé la vuelta y que juguetee conmigo misma.
Yo suspiro hondamente, pero por fin obedezco, totalmente humillada. Ven aquí. Arrodíllate. Yo obedezco y ella me sonríe con perversión. ¿No sabes que no está bien tocarse así?, ¿no lo sabes?.
Me tumba sobre sus rodillas y empieza a darme azotes, al tiempo que me frota el clítoris con la otra mano. Yo estoy cada vez más cerca del orgasmo, y ella me insulta por eso.
Variaciones: aveces me ata las muñecas con la cinta que llevo en el pelo, y otras veces me obliga a beber de golpe su copa, y lame el licor derramado por mi cuello y barbilla.

Se cansa de pegarme antes de que yo me pueda correr, y me hace arrastrarme al dormitorio, donde me obliga a desnudarla como si yo fuera su esclava (desabrochándole el sujetador con los dientes, la lenceria sexy, etc.). Me pone un collar de perro y me ata las manos y los pies con unas correas que pueden atarse entre sí o a los cuatro postes de su gran cama.
Yo me arrodillo dócilmente a los pies de la cama, con las muñecas atadas al poste que hay detrás de mí, y ella está de pie ante mí, restregándome el coño por toda la cara. Luego me ordena chuparla. Y continuamente me amenaza con castigarme si no lo hago bien.
Yo lo hago lo mejor que puedo, y ella se corre dos o tres veces, empapándome la cara. Ya satisfecha, se arrodilla y lame sus propios jugos de mi cara. Me dice suavemente que, aunque he hecho lo que he podido, no ha sido bastante, y debe castigarme. Me abofetea, tengo la cara cubierta de saliva y jugos genitales, y luego vuelve a atarme las muñecas, una a cada barrote del pie del sofá, de modo que estoy de rodillas en el suelo con los brazos extendidos, de cara al sofa.
Pone un otomán de piel entre el sofa y yo, dejándome incómodamente estirada. Luego coge una porra dura de cuero, me frota la cara con ella, me obliga a besarla, me masturba un poco con ella y me obliga a lamer mis jugos. Yo acabo suplicándole que me pegue con ella, cosa que al fin hace.
Me obliga a pedírselo una y otra vez. Sus rudos comentarios humillantes me excitan muchísimo. Y la fuerza de sus golpes me hace pegar el coño al otomán. Yo intento frotarme furtivamente contra él. Ella lo advierte y me insulta cruelmente. ¡Coño asqueroso! ¡Te estás follando una puta silla! Puta calentorra. Ven, que te voy a ayudar a follarte a tu silla, dice.
Entonces tira la porra y me embiste el culo con el coño. Sigue con sus crudos comentarios y me pellizca los pezones, mientras me empuja contra el otomán. Venga, coño, a ver cómo te corres! ¡Quiero oír como te corres follándote a esa silla! Por su tono de voz sé que está también al borde del climax. Intento desafiarla y contenerme, pero es inútil. Me corro con grandes espasmos, y ella me pega el coño al culo, corriéndose conmigo. Me deja atada mientras descansa.
Generalmente, éste es el final de la fantasía sexual, pero a veces la continúo, para variarel relato erotico.
La imagino sentada sobre mi cara, yo estoy atada a la cama con los brazos y las piernas abiertos. O me arrastro delante de ella de rodillas y ella me conduce (con una correa atada al collar que llevo al cuello) ante unos ventanales. Luego vuelve a atarme a la cama y me hace llegar al borde del orgasmo usando varias formas de humillación, como su pie, su pezón, la porra, hasta que yo pierdo toda dignidad y le suplico que me deje correrme. Finalmente, se tumba sobre mí y hace que me corra con su muslo. Ella también se corre.
Observaciones: En esta fantasía sexual sólo se me permite correrme cuando hay desprecio o humillación, bien durante el castigo físico o después de haberlo suplicado. En la vida real no he hecho nada ni remotamente cercano a lo que ocurre en mi fantasía sexual. Nunca he intentado hacerla realidad; soy una persona bastante digna y orgullosa. Nunca me permitiría dejarme ir de esa manera, ¡y mucho menos con otra mujer!

jueves, 13 de mayo de 2010

LA TORMENTA PERFECTA 2



Vamos a la cabina.

No me contestó, simplemente me siguió hasta mi camarote un par de cubiertas por encima de donde nos encontrábamos.

Apenas entramos en mi cabina nos tiramos encima de la cama, enlazados en una sucesión infinita de besos cálidos, besos en los que enlazábamos nuestras lenguas, mordíamos nuestros labios y nos arrancábamos el aliento el uno al otro. Nos fuimos desvistiendo sin miramientos, sin preámbulos, tan rápido como éramos capaces hasta quedar desnudos uno frente al otro. Ahora, por vez primera, podía ver esas tetitas que tantas veces había visto insinuadas bajo las camisetas, redondas y pequeñas, casi infantiles, con una aureola rosada no muy grande y unos pezones pequeños y redondos, pero que apenas los rocé con la lengua se irguieron como girasoles al sol. Podía ver su vientre, fino y suave, y más abajo su pubis, cubierto de bello oscuro, a través del cual se adivinada el brillo carnoso de sus labios excitados. Sus piernas, suaves y blancas, bonitas aun cuando mostraban abundantes señales del salvaje movimiento al que veníamos siendo sometidos los últimos días en forma de cardenales. Creo que me quedé mirándola no más de cinco segundos que parecieron mil años. Con su cara asustada, pálida, húmeda de mis besos y sus lágrimas, sus labios temblorosos y rojos. Nunca antes había visto un ser más bello.

Me recosté encima de ella y volví a besarla. Con pasión. Y lujuria. Besé sus labios, su cuello, sus pechos. Subía y bajaba recorriendo cada centímetro de su piel, chupando sus pezones, amasando sus tetas con mis manos. Seguí bajando, recorriendo con lengua y boca su vientre, jugueteando con su ombligo. Seguí descendiendo. Primero besaba su pubis, bajando por la cara interna del muslo, subía y bajaba por el otro, mientras el olor profundo de su sexo inundaba mis fosas nasales y me sumergía en un mundo propio, ajeno al infierno que nos rodeaba. No aguanté mucho. Necesitaba saborear ese coñito, devorarlo hasta hacerlo mío. Comencé rozando los labios con mi lengua mientras percibía como comenzaba a fluir la humedad y como se abría ante mí. Rozaba su clítoris con la lengua y bajaba chupando con fuerza de su vulva. Introducía la lengua tan al fondo como podía. Comencé a devorar aquel manjar que tenía ante mí al tiempo que jugaba metiendo y sacando uno de mis dedos en el interior de su vagina. Sonia suspiraba y apretaba las piernas sobre mi cabeza no permitiéndome escapar de allí ¡Cómo si yo pensase en escapar de aquel sitio! Sus fluidos fluían sin parar, su olor me embriagaba y yo devoraba como si en ello me fuera la vida. Sonia movía su pelvis acompasadamente mientras con sus manos jugaba con mi pelo. Yo ya no aguantaba más. Estaba fuera de mí. El corazón latía mil pulsaciones golpeando mi pecho en busca de una salida. Me incorpore y abrí sus piernas, dejando su sexo, completamente húmedo y abierto, ante mí. Yo tenía la polla a más no poder. Me tiraba la piel como si fuera a reventar. Acerque el miembro a su coñito y empujé. Entró suavemente hasta el fondo. Podía sentir a través de mi verga su calor, su humedad, los latidos de su corazón retumbando en su vagina. Comencé a bombear, despacio primero, ganando velocidad después. Bombeaba salvajemente, mientras miraba a Sonia. Seguía callada, pero ya no estaba pálida. Sus mejillas estaban coloradas, su frente ruborizada, perlada de sudor. Su respiración seguía entrecortada, pero ya no era por el llanto, era la respiración del placer. En un momento me hizo un ademán de parar. - Ponte abajo.

Obedecí sin pensar y me coloqué yo debajo. Sonia se sentó encima mio y comenzó a cabalgarme. Unas veces saltaba sobre mí, de tal modo que mi polla entraba y salía en casi su totalidad. Otras frotaba su pelvis contra la mía, manteniendo su polla dentro. No sé cuanto tiempo estuvimos así, cabalgando ella sobre mí mientras yo me dejaba llevar por el placer del momento, mirándola, trayéndola contra mí para besarla con fuerza, magreando sus tetas. No tardé en sentir como la polla se me ponía aún más dura, como mi semen pugnaba por escapar. No aguanté más y me corrí mientras me estremecía de placer dentro de su vagina. Ella no paró, ralentizó el bombeo un poco y luego se recostó encima de mí, con mi polla morcillona en su interior y mi semen escurriéndose lentamente de su coño. Comenzó entonces a refrotarse contra mí, presionando su clítoris contra mi pubis mientras me besaba hasta que también ella fue presa de una tensión que anunciaba el orgasmo seguido de unas pequeñas convulsiones. Se quedó recostada encima de mí, con mi pene en su interior, la respiración forzada. Abrazándome. Sin decir nada. Apenas transcurridos diez minutos so volvió a reincorporar. Se sacó mi verga de su coñito y la limpió con la sábana. Se agachó y comenzó a chupármela. Una ola de placer volvió a sumergirme en el mar de la lujuria. Mi polla no tardó en recobrar su vigor bajo el hábil quehacer de Sonia, que chupaba con una dulzura exquisita, suave unas veces, presionando otras con sus labios mi glande, jugueteando con su lengua. Volví a sentirme fuera de mí, poseído por unas ganas locas de hacerla mía, de descargar de nuevo mi simiente en su seno. Fui yo esta vez el que tomó la iniciativa. Cogí a Sonia y a recosté boca abajo sobre el colchón. Recorrí su espalda con mi lengua hasta alcanzar aquel culo que tanto me atraía. Lo besaba y lo mordía, lo magreaba, lo hacía mío. Hundí mi cara en su entrepierna pasando la lengua a lo largo de sus labios, aún chorreantes de flujo y semen, subiendo hasta su culo. Con dos dedos comencé a estimular su chochito, aunque era trabajo baldío, pues ya estaba caliente como un horno. No me demoré mucho. Me posicioné encima de ella e introduje nuevamente mi verga en su coño. La posición hacía que costara más meterla. Tuvo que levantar las caderas un momento para ayudarme. Al comenzar el bombeo sentía una presión sobre mi polla más grande. El placer era inmenso. Mientras yo bombeaba Sonia acompasó el movimiento de su pelvis al mío. Estaba frotando su clítoris contra el colchón mientras yo metía y sacaba mi polla de su coño. Yo ya había descargado así que me costó más que antes correrme. Sonia pudo alcanzar un par de orgasmos más así, frotándose contra la cama mientras yo la follaba antes de que, por fin, yo también me corriera. Nos volvimos a quedar así, recostados y abrazados sobre la cama, mientras el barco seguía moviéndose sin cesar, mientras todo tipo de objetos, tirados por el suelo, iban y venían de un costado a otro destrozándose en el ínterin, mientras varios miembros de la tripulación yacían totalmente ebrios en los lugares más dispares, mientras los demás temían por sus vidas y creían que el final estaba al llegar. Esa desesperación fue la que me entregó a Sonia, ese desasosiego interior que crece en las personas cuando creen llegado su fin lejos de su casa, de su gente, impotentes ante la situación, hambrientos de calor humano y ansiosos por un poco de amor que les acompañe en su último viaje. Nunca más volví a acostarme con Sonia, nunca más volvimos a hablar del tema. Ella tenía su pareja y yo la mía. Quizás cuando me besó ella la primera vez lo hiciera pensando en su pareja, utilizándome a mí como medio para despedirse de él. No lo sé, no se lo pregunté ni se lo preguntaré nunca.

Aquella situación terminó una hora más tarde. Repentinamente se cayó la planta (se paró la máquina) y se fueron las luces. Apenas dos minutos después se accionó el generador de emergencia y volvieron a iluminarse algunas de las luces de la habilitación. El barco comenzó a balancearse de forma despiadada arrojándonos a ambos de la cama contra el suelo. Casi resultaba imposible ponerse en pie. Nos mal vestimos con lo primero que pillamos y salimos del camarote hacia el puente de gobierno. Un buque sin máquina en un temporal es como una lata a merced de las olas. Es la peor situación que puede darse. El final que tanto temíamos llegara y que parecía que ya estaba aquí.

El resto de la historia ya nada tiene de sexual aunque si de alucinante. Una experiencia única por lo intensa que espero nunca volver a repetir en mi vida profesional. De Sonia decir que nunca más volvió a navegar. Desembarcó en Baltimore. Decía que la vida no vale un sueldo. Y tenía razón.

Si alguien quisiera conocer el fin de la historia del temporal, que envíe un correo con sus comentarios a y se la haré llegar.

sábado, 1 de mayo de 2010

ESPIANDO EN EL CINE


Se notaba que le gustó porque imprimía mucho entusiasmo a las caricias que le daba, seguían besándose y él acariciando sus tetas que ya estaban completamente afuera del brassier, con la luz de la pantalla se notaban preciosas en todo su esplendor, blancas, enormes, ricas, eran mamadas a cada momento por él, solo las dejaba para besarla en la boca pero de inmediato volvía a ellas.

Tengo un matrimonio amigo al cual veo desde hace muchos años, llevamos siendo trío más de 10 años, nos conocimos en el cine Paseo, en esa época en que ese cine además del Latino, el Paris, el Metropolitan y otros eran el paraíso de los mirones y exhibicionistas, donde encontrar parejas para tríos o solo para mirar no era cosa tan complicada. Todo eso se terminó desafortunadamente y ahora es bastante difícil contactar en los cines pequeños que tenemos ahora (esa es mi percepción, quizás si existan y no se cuales son).

Pues después del cierre de esos cines y de todos los del centro para convertirlos en multisalas dejamos de tener nuestros encuentros en los cines, ahora siempre que nos vemos lo hacemos en mi departamento y ahí hacemos el amor de una forma siempre satisfactoria entre los 3, aunque siempre tenemos la nostalgia de todas las aventuras y bellos momentos que vivimos en esas salas. En nosotros existe algo de deseo y excitación que nos lleva a disfrutar de hacer cosas íntimas en lugares públicos, esa excitación y la nostalgia nos a llevó a pensar en regresar a algún cine y recordar viejos tiempos, con esa idea en mente decidimos poner manos a la obra y volver a hacer lo que tanto nos gustaba, escogimos un cine, día y hora para vernos.

Leticia y Rubén (así les llamaré a mis amigos), me llamaron para decirme que en las salas de la Raza podríamos hacer algo, así que nos vimos el lunes a las 6 PM en la sala 1 que es la más grande y por lo mismo la más propia para tener la máxima intimidad posible. Llegué puntual a la cita, compré mi boleto y entré a la sala, estaba muy oscuro, magnifico para el plan, pasaban una película de piratas, la segunda parte, ya saben a cual me refiero, tiene partes donde la oscuridad es bastante y eso es bueno para no llamar la atención.

Cuando entré a la sala esperé un momento a que mi vista se acostumbrara a la oscuridad, ellos ya estaban ahí, sentados en la parte más discreta, la parte derecha y hasta las últimas filas, me senté en la fila de enfrente, justo delante de Rubén para poder voltear y ver a Lety sin dificultad, ese era el plan, llegar como si fuera un desconocido y repetir esas escenas que tanto nos calentaban en el pasado, de esa forma fue como nos conocimos.

Ella iba con una falda blanca tableada y un top en la parte de arriba, pero antes de seguir déjenme decirles como es ella, nuestra Lety es una mujer madura, ronda los 50 años, nunca le he preguntado su edad en verdad, es blanca de pelo negro, su piel es muy blanca, mide 1:68 algo alta, piernas largas no muy llenitas pero atractivas y siempre usa liguero, riquísima y cachonda prenda, no tiene mucha nalga, su principal atractivo no es el trasero ni su cadera, es un poco llenita sin llegar a gordita, pero definitivamente su máxima virtud son sus grandes tetas.

Tiene un par de ubres enormes, no se de tallas y copas, solo se que son las más grandes que conozco, un par de preciosas blancas y firmes tetas, de aureolas claras y pezones pequeños, cada una de esas tetas bien ocupa mis dos manos, suelo levantarlas y llevármelas a la boca usando las dos manos y aún queda espacio sin tocar.

Pues bien, ya instalado en mi butaca volteé a ver hacia atrás, recordando como hacia en esa época pasada, con discreción, disimulo y con mucha tranquilidad, muy sutilmente. Rubén se había sentado del lado de la pared y ella hacia el pasillo, los dos a media fila, empezó a subir la faldita tableada blanca y pude ver sus piernas envueltas en una medias claras, las cruzó para hacer más sensual la vista, mmmmm, que rica vista.

La pierna cruzada permitiendo ver el borde de la media y las ligas a medio muslo, que sensualidad de visión, de inmediato mi pene empezó a reaccionar, me puse de lado para ver mejor, en eso ella bajó la pierna cruzada y separó las piernas, subió su falda hasta la cadera y pude ver en plenitud el coñito coronado de pelitos oscuros, ¡que espectáculo!

Ver a una mujer atractiva en pleno cine con las piernas bien abiertas y la falda levantada hasta la cadera enseñando el coñito es un espectáculo único, me empecé a masturbar sobre el pantalón, al poco rato de estar mirando hacia atrás liberé mi pene del pantalón y dejé que saliera dándole completa libertad a mi verga erecta, tenía ya una erección formidable, había ya alcanzado su máximo tamaño, lo tomé entre mi mano estando así sentado de lado y acariciándolo sin dejar de mirar las piernas de Lety.

Mientras esto pasaba Rubén le tocaba los senos sobre el top, después lo levantó y dejo salir esos enormes pechos aún envueltos en un brassier de color rojo que no llegaba a cubrirlos sino solo los sostenía por la parte de abajo dejando libre y a mi vista toda la parte alta de sus dos preciosas tetazas, que escena nos habíamos montado, llena de erotismo de lujuria, cubriendo perfectamente sus deseos de exhibicionismo y los míos como buen mirón, como todo un voyeurista.

En esas estábamos, en lo más caliente cuando sucedió lo inesperado, de repente llegó un hombre y se sentó en la esquina de la fila donde estaban ellos, claro que vio todo lo que estaba pasando, se dio cuenta de lo que hacíamos y no quiso perderse el espectáculo, ni ellos ni yo supimos que hacer de momento.

Rubén bajó la falda y el top de Lety y nos quedamos quietos un rato, dejamos pasar el tiempo a ver que pasaba pero no pasó nada, ni se iba ni intentaba acercarse, ni nada. No estábamos dispuestos a perder el tiempo sin hacer algo, así que les hice señas para que siguiéramos en lo nuestro sin importar que el otro hombre estuviera ahí, Rubén subió la falda nuevamente y empezó a acariciarle las piernas a Lety y yo a mirar sin disimulo, el tipo estaba atento y mirando cada cosa que pasaba a unas 4 butacas de donde estaba él. Al rato se levantó y sin ninguna pregunta se sentó junto a ella, nos quedamos quietos todos.

En Rubén estaba la decisión de que hacer, pero no hizo nada de momento, no intentó cubrir a Lety, no le bajó la falda y volvió a seguir en lo que estaba, pasando la mano por los muslos, seguía tocándola y subiendo la mano hasta que llegó a su sexo, le metió la mano tocando sus pelitos esto lo interpretó el nuevo cómplice como una invitación a la acción y estiró su mano para tocarle también las piernas, al ver que no había ningún rechazo se sintió en libertad y lo hizo con más entusiasmo.

A los pocos minutos el nuevo amigo ya estaba envuelto en un faje riquísimo con Lety mientras Rubén y yo éramos mudos testigos de la pasión que se había desatado entre esta nueva e inesperada pareja que habían formado los dos, él le metía mano por todos lados, se besaban con muchas ganas, él bajaba de repente a mamar sus tetas mientras ella le apretaba la cabeza contra su pecho, abría sus piernas y él tocaba su sexo, lo frotaba con fuerza.

Siguieron así hasta que ella soltó un gemido largo y fuerte, estaba teniendo un orgasmo, volteé a ver alrededor, ninguna persona se dio cuenta, no escucharon gracias al fuerte sonido de la película, además de que estábamos a algo de distancia de los más cercanos y en la parte de atrás de la sala, prácticamente solos, fue un orgasmo intenso y largo, me di cuenta de que lo disfrutó, la conozco y se bien cuando disfruta una venida y esa había sido una muy buena venida.

Mientras eso pasaba Rubén y yo estábamos tocándonos el pene, cada uno se hacía una rica chaqueta, los dos mirando a Lety y al nuevo amigo y cómplice, siguieron en su faje, después del orgasmo de Lety él se sacó la verga, pude ver que era de mediano tamaño pero algo gorda, tomó la mano de Lety y la llevó a su pene, ella lo envolvió en su mano tomó y empezó a frotarlo como bien sabe hacerlo.

Se notaba que le gustó porque imprimía mucho entusiasmo a las caricias que le daba, seguían besándose y él acariciando sus tetas que ya estaban completamente afuera del top y del brassier, con la luz de la pantalla se notaban preciosas en todo su esplendor, blancas, enormes, ricas, eran mamadas a cada momento por él, solo las dejaba para besarla en la boca pero de inmediato volvía a ellas.

Yo se lo que es mamar esas tetas, son una delicia, tenerlas entre las manos, suaves, tibias, pesadas, es una experiencia única, sabía muy bien lo que sentía este amigo, y más que mientras hacía eso Lety seguía masajeándole la verga sin detenerse, claro que él no podía seguir durando tanto tiempo sin venirse, y pasó lo que tenía que pasar, de repente separó su cabeza de sus tetas, se tensó sobre su butaca, resopló fuerte, gimió y apretó la mano de Lety con las suyas y empezó a echar abundante leche sobre la mano de ella.

Mi amiga sin soltarle la verga la apuntó hacia delante para que el semen no cayera sobre el pantalón, seguía saliendo leche por unos momentos, este hombre se vino de forma fenomenal, parecía que traía un buen tiempo encima sin vaciarse, fue una buena venida, intensa y abundante, la leche que disparó fue a caer parte en la mano de ella y otra en el piso.


Rubén y yo veíamos todo ese momento con mucha atención, cuando esa verga dejó de tener contracciones ella volteó y le pidió papel a Rubén, tomó los pañuelos desechables y le limpió la verga al amigo, después se limpió la mano y con más calma se besaron, fue un beso lleno de satisfacción, de agradecimiento, largo y abrazándose fuerte los dos, después del beso hablaron algo entre ellos, se despidió en voz baja de nosotros, se levantó y se fue.

Lety se quedó totalmente desmadejada en su lugar, el tipo le había sobado el coñito con mucho entusiasmo y fuerza, estaba rendida, decidimos salir antes de que terminara la película, así que salimos, subimos a mi coche y nos fuimos a mi departamento a platicar la experiencia vivida, el erotismo que sentimos y claro Rubén y yo a saciar nuestras ganas aún no satisfechas dándole entre los dos una excelente cogida a Lety.