jueves, 18 de febrero de 2010
AMOR DE MADRE
Hola, soy Marisa, tengo 46 años y les voy a contar lo que para mi de verdad es el amor de una madre. Les pongo en situación, en mi casa vivimos mi marido, de la misma edad que yo, y mis tres hijos, dos varones y mi hija, la mayor.
Marcos, el pequeño, de 18 años es el que protagoniza esta historia. Es un chico alegre, que da los problemas justos y que el tiempo que esta en casa lo pasa como cualquier otro joven de su edad, estudiando o con el ordenador o la tele. Conmigo de nunca ha sido muy cariñoso, se que me quiere pero no lo demuestra lo que yo, y todas las madres, nos gusta que nos lo demuestren, es un tópico, pero ninguno de mis hijos me da tanto cariño como mi hija, es muy diferente, pero en fin, lo acabé aceptando.
Todo comienza un día normal que al pasar frente a la puerta del baño veo a mi hijo Marcos a punto de meterse en la ducha, desnudo, le vi su culito joven y me recordó mucho a cuando era mas pequeño, seguí mi camino, él se metió a la ducha y yo me fui a la cocina, mientras hacia mis cosas recordaba los buenos momentos de su infancia, me alegro mucho recordar tantas cosas y todo lo que podía hacer con el cuando era pequeño. Se me ocurrió ir al baño y decirle que si me dejaba que le bañara como hacia con el cuando era pequeño, le dije que me había dado un arrebato de nostalgia y que si no tenia prisa me gustaría que me dejara. Él me dijo medio en broma medio sorprendido que qué cosas decía, que ya era muy grande para eso, yo insistí que solo iba a ser ese día, que ya no hacíamos nada juntos y que solo era por recordar. El acabo aceptando algo nervioso, así que abrí la cortina de la ducha y empecé a enjabonarle la espalda y el culete porque él estaba en esa posición, parecía reticente a darme la cara, me imagino que seria porque no le viera sus partes, mientras le enjabonaba yo me encontraba en una postura muy forzada así que le dije que iba a meterme con él en la ducha, que estaba incomoda, él se puso algo nervioso pero me dijo que bueno, que como yo quisiera, seguía dándome la espalda.
Me quite lo que llevaba hasta quedarme desnuda y me hice una coleta antes de entrar en la ducha para continuar enjabonándolo, hice que se diera la vuelta y que quedara de cara a mi, vi lo que me esperaba, tenia una erección importante, e intentaba ocultarla, a mi me cortó un poco pero rápidamente le dije que no tenia que ocultar nada, que era normal que aunque fuera su madre, era mujer y estaba tocando partes del cuerpo sensibles, así que todo se distendió un poco, se le bajo la erección algo, pero se le quedó bastante espabilada. Le enjabone todo el cuerpo y le dije que me enjabonara a mi también, así que empezó a hacerlo por brazos piernas cuello y espalda, hizo un amago como de terminar y le dije que todavía no había terminado, que si él no se lavaba sus partes cuando se duchaba, riéndose me dijo que si, y empezó a enjabonarme las tetas, lo hacia con suavidad, centrándose en los pezones, algo que me gustó bastante y luego bajo a enjabonarme el culo, hacia movimientos fuertes a lo largo de entre mis nalgas, y termino por enjabonarme mi vagina, lo hacia con la palma de la mano, siendo algo basto, pero me estaba encantando, yo lo miraba a los ojos, mientras notaba que otra vez le subía la erección, pensaba en él como mi pequeño, mi tesoro, el que salió de mi hace 18 años y estaba muy emocionada, se le fue quitando la vergüenza a la vez que yo iba intentando ocultar mi calentura, le dije que ya estaba bien, que ya estaba enjabonada, y él con una risilla dejo de hacerlo, tenia una erección descomunal, hasta se podían observar vaivenes en su pene debido al bombeo de sangre de sus latidos así que puse mi mano en él y empecé a tocársela con fuerza, tardo 20 segundos o menos en eyacular, estaba claro que estaba muy muy caliente. Se abrazo a mi con sus manos en mis cachetes y me dio un beso en el cuello acompañado de un pico en los labios, me aclaró, lo aclaré a él y nos secamos.
Esa semana cuando nos quedábamos a solas o apartados del resto de la familia, me decía que le encantaría volver a ser pequeño, que le había encantado la ducha y recordar eso, que ahora le gustaría recordar cuando mamaba de mi leche, lo decía en tono de broma, pero a mi me estaba gustando la idea, pasaron dos semanas en las que su cariño y sus gestos hacia mi sorprendieron a todos, llegaba y me daba dos besos siempre, me decía guapa cuando iba con mi marido para salir a la calle y cuando estábamos solos me daba palmadas en el culo que me hacían mucha gracia. En ese tiempo yo estaba muy a gusto, lo que paso en la ducha no repercutió en nada mi relación con mi marido, no le conté nada, ni que me duché con Marcos, no lo veía necesario.
Mi marido Alejandro es un hombre muy fogoso, trabaja mañana y tarde pero viene a comer al medio día, coincide que mis hijos estudian y nada más comer, se van cada uno a sus quehaceres, y casi siempre tenemos media hora mi marido y yo después de comer, para nosotros, antes de que Alejandro vuelva al trabajo. De los cinco días laborales, todas las semanas, dos o tres días, hacemos el amor a esa hora, él me hace cosas que me gustan mucho, me tiene satisfecha en la cama, ha ido evolucionando en lo que me hace durante los años que llevamos casados y no tengo mas que recompensarle aceptando las proposiciones de cama que me hace a esas horas, yo disfruto mucho y él se va muy contento al trabajo. Cuento esto porque a la tercera semana de lo de la ducha, estábamos a esa hora en mi casa mi marido y yo, y mi hijo Marcos que no iba esa tarde a clase y estaba echándose la siesta.
Yo dije que no haríamos nada ese día, por la presencia de Marcos en la casa pero mi marido insistía y al final nos fuimos al cuarto y empezó a tocarme, yo ya estaba muy caliente cuando Alejandro fue a cerrar la puerta, me acorde de Marcos y de que quizás estaba despierto y le dije a mi marido que no cerrara, que él estaba dormido y que no se enteraría, que no quería agobiarme con la puerta cerrada, a él le sorprendió pero me hizo caso y se puso a hacerme las cosas que el me hace, yo estuve especialmente habladora, le decía cosas un poco mas altas de lo normal a mi marido, tampoco gritaba, pero si lo justo para que si mi hijo estaba despierto me escuchara bien, solo de pensarlo me puse muy caliente y le dedique a mi marido unas frases muy subidas de tono y uno de los mejores polvos que habíamos echado en meses. Al terminar me dijo que hoy había estado increíble, que lo había dejado muerto, y que me quería más que nunca. Yo pletórica le despedí diciendo que para mi también había sido increíble. Cuando volvía de despedirlo en la puerta, y antes de ir a mi cuarto a acostarme un poco la siesta me pase por el cuarto de mi hijo con el camisón que uso para dormir, que tiene algo de transparencias y no llevaba nada debajo, me adentre en el cuarto para ver si mi hijo dormía y la verdad es que no me di cuenta de si estaba fingiendo o no, pero dormido parecía, le di un piquito en la boca y le tapé. Para después ir a mi cama.
Al despertar de la siesta, estando en la cocina, se despertó mi hijo y entro para merendar algo, yo estaba fregando algunas cosas y el llego y se puso detrás mía, apretando su pene contra mi culo, me retiro el pelo de la oreja y me susurró al oído que como me había ido la tarde, que si había hecho bien la digestión, me lo dijo riéndose y dándome besitos en el cuello, así que yo lo comprendí de inmediato, me había escuchado mientras hacia el amor con mi marido, me di la vuelta y lo mire a los ojos y le dije que si le gustaba lo que decía su madre mientras hacia el amor y me dijo que si que se había puesto muy caliente escuchándome y que le habría encantado ser él a quien se lo decían.
Tras oír eso, deje caer en vestido que llevo para estar por casa y me quede desnuda delante de el, le dije que si quería merendar de mi leche, como cuando era niño y él empezó a chupar, me dijo que si lo hacia bien y le dije que si que no había cambiado, el se esmeró y me dio varios mordisquitos en los pezones lamentando en voz alta que no hubiera leche, que le hubiese gustado recordar su sabor. Al decirme eso me enternecí mucho, necesitaba tenerlo dentro, que volviera al sitio del que salio, al sitio que tanto cobijo le dio durante nueve meses y que lo formó gracias a mi cariño como el hombre que es hoy, cogí su pene y lo dirigí a mi vagina, suplicándole que volviera a casa, que eso era suyo y solo suyo por haber crecido ahí, me dijo que estaba deseando pero que antes quería comprobar el sabor de su madre, así que cogió, me dio la vuelta y me inclino la espalda, dejándome en pompa apoyada en la encimera, empezó a pasar su lengua por entre mis nalgas, me daba besos y restregaba su lengua con fuerza por mi ano y mis nalgas, me decía que me quería, que era lo mejor de su vida, y que no iba a olvidar ese momento nunca. Yo estaba gozando como nunca, notaba mis flujos bajar por mis muslos como pequeños afluentes de placer, estaba que no cabía en mi repitiéndole que por favor quería sentirlo dentro, que estaba extasiada, no sabia cuantos orgasmos había tenido ya, la situación, mi hijo, lo que me estaba haciendo, todo era un cúmulo de sensaciones que mi cuerpo no podía gestionar así que casi obligándole le cogí su pene y me lo introduje dentro, note su calor en mi vagina, sus empujones y sus dedos clavados en mi cuerpo, se me escaparon unas lagrimas no se si de placer o emoción, me preguntó que si me dolía, que porque esas lagrimas, y yo solo le dije que él era mi hijo, que jamás me haría daño, ni yo le haría daño a el, que igual que le enseñé a comer, y a valerse por si mismo ahora era yo, su madre, quien guiaba sus pasos en otro aspecto importante de la vida, el amor, el sexo, que esto nos uniría para siempre, y que siempre, siempre me tendría a su lado, porque para eso lo traje al mundo, para convertirlo en mi orgullo. El eyaculó dentro de mi a la vez que yo me retorcía de placer gimiendo y agarrándome a cualquier cosa que viese en la encimera de mi cocina, él me abrazo con fuerza mientras se vaciaba, y me besaba la espalda como si fuera su bien más preciado…
Esto ocurrió hace tres años, él ahora tiene 21 y yo 49, él disfruta de una relación con una chica que conoció hace un año y yo disfruto de mi marido y de mi familia, pero hay algo que tenemos en común, desde ese día estamos unidos y compenetrados para siempre, su actitud hacia mi cambio radicalmente, es muy cariñoso conmigo y yo estoy muy orgullosa de él. No volvimos a hacer el amor más, y nadie en la casa lo sabe, ni sospecha nada. Yo piense lo que piense, quien lea esto, estoy satisfecha de compartir con vosotros lo que fue un momento mágico de mi vida, ahora mi hijo me cuenta sus problemas y alegrías y me tiene como la confesora que necesita.
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