viernes, 12 de febrero de 2010

SEXO INFIEL




La sientes dentro moverse temblorosa mientras salen las últimas gotas, estás desnuda encima mío, con tu falda sobre la cintura, con la polla aún dentro deseosa, unida a mi pecho, con la camisa puesta y abierta cubriendo mi cintura mientras tus pechos desnudos acarician los míos sudorosos. No nos movemos.




Te sientes distinta, Llena.Habíamos estado durante meses intercambiando relatos. Cada vez que leía algo tuyo el deseo se apoderaba de mí con inquietud temblorosa. La mayoría de las veces el cosquilleo daba paso a una tremenda erección que me incitaba a buscarte en el chat para sentirte más cerca. Pero nunca estabas. Volvía a tus letras y notaba los testículos endurecerse y los movimientos sinuosos de mi aparato buscando una salida. Con el roce únicamente conseguía mojarme los pantalones y excitarme aún más. Pensaba en como serías, si algún día podría tenerte jadeante sobre mi, disfrutando de la infidelidad salvaje, de la liberación sin más. Si pensarías en tu marido mientras te amaba, mordisqueándote el cuerpo por entero, acariciando tus curvas, buscando tus recovecos. ¿Cómo estás? Bien ¿y tú? Como siempre, deseando conocerte. Este miércoles estoy sola, mi marido está de viaje en Roma ¿Me estás diciendo que quieres verme? Sí, por que no, ayer soñé contigo ¿Y qué soñaste? Ja, ja, ja, no te lo pienso contar, lo tendrás que descubrir. Muy bien, ¿y cómo quedamos? El miércoles saldré del trabajo a las 5, prepara un hotelito y nos vemos.




Muy bien, lo estoy deseando, me estoy poniendo caliente de solo pensarlo. Ja, ja, ja, quedamos en Colón, en el metro, en las taquillas, así podremos hablar mientras llegamos. ¿Muy bien que llevarás? Una faldita blanca y una camisa azul con puños blancos, llevaré un pañuelo rojo en la mano. Mmmmm, suena bastante bien, nos vemos entonces, cuídate. Igualmente, ciao. El miércoles ha llegado, he sufrido numerosas erecciones pensando en el momento de verte, pero no quería defraudarte, no quería llegar fuera de forma después de tanto tiempo deseando conocerte. Habíamos compartido muchos deseos íntimos pero ni siquiera se puede superar así el temor a lo desconocido, a encontrar algo peor de lo esperado.




Caminaba por las escaleras lentamente, no quería llegar sudoroso, y al volver la última esquina allí estabas, vestida como había imaginado, junto a las taquillas. Noté una erección tremenda entre mi ajustado slip, elegido para evitar inconvenientes en público. Me dirigí a ti, y al verme, tan juvenil, pudiste esbozar una sonrisa de agrado que me indicó tu aprobación. ¿Qué tal, Esther?, Bien, ¿dispuesto?, claro, eres estupenda, tal y como te imaginaba, sonreí mientras nuestras mejillas se tocaban por primera vez. Tú tampoco estás nada mal, jajaja. Y así entre comentarios propios de dos compañeros de trabajo, nos introdujimos en la marabunta del metro que a esas horas era infernal. Miraba tu escote, con mi mano acaricio tu cuello, aprecié el hermoso panorama e inicio de tu pecho mientras seguía subiendo hacia tu pelo. Lo aparté con cariño de tu cara y nos miramos a los ojos. Ambos veíamos lo que iba a suceder y ya casi no podíamos pararlo. Me tomaste de la cintura con las dos manos, sujetándote y en un leve movimiento nos besamos muy suavemente como amantes, con profunda sensualidad, sin despertar resquemores, sólo un instante en el que sentimos los labios superficialmente en preludio de nuestro postrero baile.




Así llegamos a la estación, desmadejados ya por el cansancio del metro y el deseo insatisfecho, estábamos a las puertas del hotel y entramos. Ambos habíamos comido ya, por lo que se trataba de pasar una tarde noche memorable. Llegamos a la habitación, te arrastraba de la mano deseoso de tenerte tendida junto a mí; un cierto sentimiento de incertidumbre se apoderaba de tu rostro mientras avanzábamos por el pasillo. Quizás no habías sido aún infiel como me habías contado y sin embargo el deseo se veía en tus pupilas.Entramos y contemplamos la habitación con esmero; me volví hacia ti. Ahora era yo el que en mi mayor juventud notaba un cierto acaloramiento en las mejillas. Quería desnudarme para tí, te guié hacia uno de los sillones y te invité a sentarte. Estabas preciosa y tus pezones comenzaban a perfilarse bajo la camisa azul. Me desabroché la corbata, y comencé a quitarme la camisa lentamente mientras fijaba la vista en tu alianza temblorosa. Allí estaba con el pecho descubierto ante ti mientras bajaba mis pantalones lentamente.




Me sentía algo ridículo, pero por tu cara de aprobación y nerviosismo intuía que te estabas poniendo cardíaca. Mi polla sobresalía ya por encima del borde del slip, totalmente desnuda, pidiendo ser liberada y así fue; una vez liberada me senté sobre la cama; tus ojos me miraban, y te pedí que vinieras. Te levantaste, tus dudas ya habían desaparecido cuando te colocaste de pie entre mis piernas mientras yo hundía la cara en tu vientre, sintiendo el calor en mis mejillas. Me acariciabas el pelo y comencé a besarte mientras mis manos recorrían tus gemelos hasta el pliegue de la falda.; Comencé a subirla, las palmas se deslizaban por tus femorales, y la falda se encogía hasta el inicio del culo, ¡que culito! Lo amasaba entre mis manos, deseosas por debajo de tu falda mientras tocaban livianas tu aparato mojado, cayendo sobre el borde de mis dedos índices. Notaba tu respiración en la cara, que apoyada sobre tu vientre se deslizaba sensual por tu cintura vestida. Un ahhhh suave como un susurro se escapaba de tu boca mientras mis manos frotaban el interior de tus muslos, dejando los dedos correr entre tu tanga empapado.




Te dejé por un instante de decepción mientras mis manos se apoderaron ahora de tus pechos temblorosos, desabrochando la camisa lo justo para ver su inicio y sentir la erección desbordarse en movimiento. Te masajeaba con rudeza, incidiendo en los pezones que eran duros como escarpias, y tú gemías con los ojos cerrados agradeciendo las caricias. Te desabroché la camisa por entero, y el pequeño sujetador cedió en mis manos desflorando la verdad de tu pecho excitado que jadeaba de deseo entre mis dedos. Mis ojos miraban las aureolas como hipnotizados, como el adolescente que ve unos pechos por vez primera mientras los toca indeciso. Estás a mi merced con los brazos caídos, dejándote hacer, sintiendo la fuerza de mis manos que ahora se deslizan por tu cuello, espalda y caderas. Mi lengua traza círculos de placer en tu ombligo desnudo mientras los pliegues del borde de tu camisa abierta acarician mi rostro, ahhhhhhh, que lentitud más placentera, mientras sientes como dejo caer tu tanga, como se desliza hacia los tobillos.




Mis manos suben de nuevo por tu vientre, abriendo tu camisa del todo y tomándote los pechos con firmeza, te pellizco los pezones con mi índice y pulgar mientras te mueves y estiro, te atraigo hacia mí. Te dejas caer y me besas el cuello, nuestras lenguas se acarician deseosas un instante, y te vuelves a alzar, gimes, mmmmmm, mmmmm, comienzas a moverte entrecortada, ahhhh, rápido, tus caderas me presionan, y sigues moviéndote, estás follando de miedo cariño, ahhh, te susurro mientras profieres gritos de placer, ahhhhhhhh, nos vamos casi al unísono y te dejas caer sobre mí, sudorosa. Mis manos se cierran sobre tu espalda, siento tu pecho revolverse encima mío, te beso, te beso, y nuestras lenguas son metáfora del fluido que ahora compartimos en tu interior. La sientes dentro moverse temblorosa mientras salen las últimas gotas, uffffff, comprimo mi boca contra tu cuello, ahogando mi respiración contra tu piel. Nos besamos. Estás desnuda encima mío, con tu falda sobre la cintura, con la polla aún dentro deseosa, unida a mi pecho, con la camisa puesta y abierta cubriendo mi cintura mientras tus pechos desnudos acarician los míos sudorosos. No nos movemos.




Te sientes distinta, Llena, cuando te incorporas levemente y nos miramos con gratitud. Te incorporas y se va saliendo, cae ligeramente adormecida contra mi muslo izquierdo, y el líquido que llevas dentro gotea sobre mi devolviéndome el calor que has sentido. Te contemplo, erguida sudorosa, bella, y te ayudo a quitarte la camisa. Te echas a mi lado y te despojas de la falda. Ahí estamos, tumbados desnudos sobre la cama. Nos juntamos aún más, y me pasas la mano por la cadera mientras te abrazo. Nos tapamos mientras nos besamos con parsimonia. Allí entre las sábanas son todas caricias, nuestros pies se recorren a lo largo de las piernas, las caderas se juntan, las manos tantean senderos de sensaciones nuevas que te devuelven a la adolescencia perdida. Nuestras lenguas se tocan, se sorben, juegan, entran y salen entre los labios. Nos revolcamos y ahora estoy encima de ti, sientes la presión de mi cuerpo sobre ti, y ahora noto la humedad renacer entre mis piernas. Me parece increíble tenerte por fin allí debajo. El olor de tu piel me reclama y de tu boca paso al cuello con rapidez mientras mis manos buscan en tu espalda, de nuevo percibo en ti la excitación mientras recorro tu garganta, y tus pechos están ahora a mi alcance. Comienzo a comerte los pezones con delicadeza, mordiéndolos poco a poco, atusándolos con mis manos. Lengüetazo a lengüetazo siento como crecen y me pierdo en las aureolas, haciendo ahora más presión, cierro mis labios con fuerza y aspiro facilitando su endurecimiento mientras mis manos buscan ya tu entrepierna, presionando entre nosotros. Paso de uno a otro con rapidez, mientras tus manos se posan en mi nuca, y decido parar, es el momento – quiero que te sientes, sobre la almohada, sobre el cabecero. Me obedeces, sabes lo que voy a hacer y sonríes. Te acomodas en oblicuo dejando caer tu espalda sobre el cabecero y abres las piernas. Veo tu vagina chorreando levemente y la quiero toda para mi.




Me deslizo ante ti, te beso como pidiéndote permiso y me hundo entre las sábanas. Notas como me muevo, y suspiras cuando sientes la lengua por primera vez en la parte interior de tu muslo derecho. La sensación de que un extraño te relama el clítoris te remueve el cuerpo, y notas como tus piernas tiemblan de deseo. Notas mi respiración cuando la nariz se aproxima saboreando el olor de mujer que desprende tu intimidad. Mmmmm exclamas cuando mi lengua acaricia por primera vez tus labios, recorriendo toda tu abertura desde abajo hasta arriba. La paso por ambos lados, recogiendo y distribuyendo jugos, introduciendo toda la lengua en deslizo por él tu líquido, lamiendo de nuevo mientras mis dedos mojados entran con facilidad, aún te contraes sorprendida – ¿puedo? – asientes con la cabeza, y te dejas caer de lado, juntando tu espalda con mi vientre mientras mis dedos salen de tu ano.




Me echo detrás de ti, no puedo dejar escapar la oportunidad y sitúo la cabeza de mi polla entre tus glúteos, con la mano cogiendo la base la tomas y con un ligero movimiento te la introduces poco a poco. Así cm a cm, la notas entera, presionándome con tus paredes, mmmmmmmm te mordisqueo el cuello mientras inicio pequeños movimientos de sube y baja, notando tus glúteos a cada uno. Chas, chas, empieza a sonar, estamos muy mojados, y sale y entra muy bien, mmm te mordisqueo la oreja que está a mi alcance mientras te cojo las tetitas y el vientre, mi lengua recorre tu oreja y comienzo más fuerte mientras mis dedos se posan en tu vagina de nuevo, frotando, quiero que te corras de nuevo, un, dos, tres, veinte sacudidas, notando el cosquilleo, mientras el sudor nos invade, mis dedos entran y salen de ti, y mi otra mano te recorre entera mientras tu cuello y tu boca complacen mi lengua deseosa.




Ya no aguanto más, ahora soy yo el que prorrumpo en jadeos a cada acometida, ahhhh, ahhh, me contraigo, chas, chas, chas, ahhhhhhhh, me voy dentro de ti de nuevo, mientras sostengo tu mano con la mía, acariciando tu alianza satisfecha posada en mi culo sudoroso, pidiendo siempre más. No puedo dejarte a medias, y sigo acariciándote, besándote. La saco con cuidado y me siento sobre el cabecero, te levantas y te sientas delante mío con las piernas abiertas mientras mis manos te trabajan. Apoyas tu nuca en mi hombro derecho, y mis manos te frotan los pechos de nuevo, bajan al clítoris y te frotan, con intensidad, en círculos ansiosos, con fuerza, te masturban hasta la exaltación de tus gemidos, que se entrecortan al morderme el cuello pidiendo más, aaaahhh, ahh, así, así, no pares cariño, falta poco, mis dedos entran y salen, reparten la humedad, ahhhh, ahhh. Y finalmente caes sobre mi hombro sudorosa mientras sientes mi respiración en la espalda. De nuevo, besos y caricias tímidas, sonrisas, más besos. Y así nos quedamos dormidos. La noche nos espera.

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