jueves, 9 de diciembre de 2010

UNA LARGA HISTORIA

Hace años, del trabajo me pagaron un diplomado relacionado con las Humanidades en una universidad privada, éramos una docena de alumnos y sólo tres varones. Un cuate que estaba en un seminario para ser sacerdote, un gay abierto bastante mamón al que nadie soportaba y yo, que a pesar de no ser guapo, las mujeres me encontraban bastante atractivo por ser el único con el que podían coquetear, a pesar de que entonces estaba casado con una mujer guapa, inteligente y complaciente.

En la novena femenil había de todo, una güera –o mona como dicen en Colombia- alta, mínimo de 1.75 ms y mucho más con tacones, linda, de pelo largo, tetas de escándalo y risa fácil; una castaña que se teñía el pelo de rubio, con unas nalgas como yegua de cuarto de milla; una colombiana no muy agraciada pero con un cuerpo de tentación al que le sacaba muy buen provecho con ropa muy favorecedora; las feas normales, la gorda que nunca falta y Asunción, que se notaba estaba en la escuela por pasar el tiempo de alguna manera. Ella manifestaba de manera tácita que tenía dinero de abolengo por su porte aristocrático, por sus ropas simples pero finas y por sus modales. Casi no participaba al principio en las dinámicas grupales. Una noche, me dirigí a dejar unos libros a la biblioteca antes de que cerrara y al llegar al estacionamiento me encontré a Asunción frustrada porque su vehículo nuevecito no arrancaba –eso ocurrió antes de que los celulares fueran tan omnipresentes. Estaba a punto de llorar del coraje. Entonces me ofrecí a llevarla, al principio no quería, pero la necesidad la venció. A partir de allí fuimos rompiendo el hielo, nos confesamos los pequeños problemas en nuestros matrimonios, compartíamos ideas e hicimos algo cercano a la amistad. Me gustaba su corte de pelo, su dentadura perfecta, su ingenio.

Semanas después me preguntó que cuales serían mis planes para el fin de semana, como mi esposa, que trabajaba en una empresa que organizaba convenciones, iba a estar en Cancún, le confesé que pensaba ir al cine, ver a algún amigo y comer con mis padres, nada más.

En respuesta me dijo que si me interesaba ella iba a estar con su marido en una “cabaña” que tenían en un club de golf, ellos la utilizaban como casa de campo porque la casa-club tenía gimnasio y alberca y podía jugar golf y tenis si así lo quería. Acepté. Me dio un mapa para no perderme.

El sábado temprano incursioné por una zona de la Ciudad de México que ignoraba, muy alejada de la civilización. Arribé a un club de golf muy selecto, los guardias sólo me dejaron pasar tras confirmar que sí estaba invitado por un residente. Al llegar a su hogar, que era una mansión hermosa en toda la regla, me presentó a Daniel su marido, un tipo alto, galán y simpático.

Primero fuimos a nadar y Asunción me sorprendió, era una falsa flaca con hermosos pechos y una figura torneada. Paseamos por el club para hacer hambre, de retorno a la casa estuvimos bebiendo, comimos carnes frías que había preparado la servidumbre a la que habían despachado y platicábamos de todo y nada hasta que comenzamos a abordar temas sexuales.

Poco a poco Daniel me preguntó que si me interesaría iniciar un trío allí, con ellos. Lo pensé un rato, estaba felizmente casado pero el deseo es el deseo. Entonces nos desvestimos, Asunción se acercó a mí, me besó mientras su marido la cachondeaba por atrás, ella me jaló y me paró, quedamos en un círculo, ella a mi derecha y él a mi izquierda. Yo le metía los dedos de la mano derecha en la vagina, ella me agarraba la verga y su marido le frotaba el culo y las tetas.

De pronto sentí que Daniel me agarraba la verga, cuidadosamente, pero con pericia, tras algunos segundos ambos se agacharon y para mi infinita sorpresa se empezaron a disputar mi palo erecto, me lo chupaban y se besaban, me comencé a preocupar, era más de lo que me había imaginado. Tras cierto tiempo Asunción me jaló a una cama, nos colocamos de manera tal que ella me felaba mientras su marido se la cogía de perrito, cuando estaba a punto de venirme, ella se detuvo y se fue. Daniel y yo nos quedamos jalándonos los penes para no perder la emoción.

Asunción regresó con vaselina, desinfectante y condones. Puso a su marido boca abajo y le empezó a untar la vaselina en el culo y lo empezó a dedear, cuando el pedía más, se detuvo, se acercó a mí, me dio otra chupada y me colocó un condón. Entonces me jaló hacia su hombre y me dijo: “Métesela, si, plis”, con sus ojos hermosos y los labios que ponía en forma de corazón.

La verdad no supe qué hacer, pensé “Estos creen que soy puto o qué”, Daniel me acercaba las nalgas y poco a poco se las fui sobando y le recorrí su ranura con mi verga, me acomodé y lentamente se la dejé ir, ya que el sexo anal no es tan fácil como el vaginal, ¡estaba incrédulo cogiéndome a un hombre y agarrando ritmo!

El estaba superexcitado y gozando más que yo. Cuando terminé me quité el condón, él quiso besarme pero no acepté. Fui a la cantina a servirme un trago fuerte y a lavarme la cara, las manos y la verga. Cuando regresé a la sala, él se la estaba cogiendo armas al hombro y los gritos de ambos entre que daban susto y eran un llamado a una orgía. Acabaron.

Asunción seguía en celo y su marido reposaba. Ella se acercó a mí y quería acariciarme yo me negaba, susurraba “Qué, no te gusto ya”. Yo vacilaba, pero enfrente de mí tenía una vagina de primera calidad, reanudamos los besos y las caricias. La dedié, mordía ligeramente sus pezones sin causarle daño y cuando iba a metérsela su marido me aventó un condón, “A pelo sólo yo”, señaló. Me la cogí rico pero nervioso. Su aroma era exqusito y se dejaba hacer a mi placer.

Estuvimos diez minutos o un cuarto de hora en silencio, escuchando nuestras respiraciones acompasadas. Fui al baño, me vestí y me despedí de ellos. Salí de allí diciéndome: “Bowler no eres puto, pero no lo vuelvas a hacer”. Hasta empecé a cuestionar mi virilidad. En las semanas siguientes estuve muy cariñoso con mi esposa y distante de Asunción, me hice muy amigo de la colombiana que vivía con su hermana y una amiga en una colonia céntrica. Una noche al salir de clases, Asunción me abordó, no me dejó escabullirme y me interrogo que qué me pasaba.

Le dije que no me había agradado la experiencia de echarme a su marido, ella lloro, me explicó que su marido era varonil, pero con tendencias bisexuales y que estaba muy enamorada y prefería ver con quién se acostaba su macho. De verdad lo quería.

El tiempo pasó, yo quizá para probarme mi hombría, me fui ligando a la colombiana. Ella sabía que era casado, pero eso parecía provocarla más. Pasamos de fajes en el cine, a que me diera mamadas en los coches, a acostones en algún motel, a diferencia de Asunción que tenía muy corto el vello púbico, ella lo tenía abundante y los pechos muy generosos. Tenía gran ritmo y se movía supersabroso, era muy cachonda. Me gustaba tanto la pinche bogotana que hasta mi mujer comenzó a sospechar, pero afortunadamente el trabajo la absorbía y yo me hice el celoso para desviar la atención, ya que sabía o eso quería pensar, que me era dedicadamente fiel.

Para probar que era muy chingón, una tarde a media cogida le propuse a Eva, así se llamaba la colombiana, que se integrara a un trío con otra mujer. Me respondió muy a la mexicana, “No soy tortilla”, es decir lesbiana, y dijo que si yo apenas podía darle batería no podría con dos hembras. Pero yo insistí al notar el tono de su respuesta que se iba volviendo más dubitativo. Me dijo, “Y tu esposa qué opina”. Le respondí que no iba a ser con mi esposa. “Entonces con quién”, señaló. No me creía cuando le dije que con Asunción.

Tenía el teléfono de Asunción y al día siguiente me comuniqué con ella y pedí verla, ella no quería, herida por mi gelidez, pero al fin accedió a tomar un café. Le dije que me debía una, contestó que estaba de acuerdo que nos fuéramos de inmediato a un motel, hasta me tocó la verga por debajo de la mesa con un pie. Le dije que no, que me gustaría tener un trío en el que ella participara y yo ser el único hombre, se molestó mucho, me dijo que no era un objeto sexual ni la gata de nadie, discutimos tanto que otros parroquianos se nos quedaron viendo, se paró para irse pero yo se lo impedí y la besé con sentimiento verdadero ya que era muy seductora, nos dimos un buen faje en el estacionamiento hasta chorreó de lo lubricada que la dejé.

No me confirmó nada. Quedé con Eva en mi casa un viernes por la noche, ahora mi esposa estaba en Mazatlán, yo argumenté exceso de trabajo para no acompañarla y le hice una escena advirtiéndole que no anduviera de puta para cubrirme, ella me prometió amor eterno y se fue convencida de que el fin de semana me iba a portar de lo mejor.

La noche esperada Eva llegó con un pantalón embarrado y una blusa muy provocadora, llevaba su cepillo de dientes y una muda de ropa, para lo que se ofreciera. Al verla, olerla y tocarla pensé que era muy afortunado al tener solo para mí a ese hembrón, ya había olvidado a Asunción. Cuando tocaron el timbre supuse que era la pizza que había pedido para cenar, pero era Asunción que estaba sola.

Venía muy triste, me confesó que se había dado un agarrón con su marido porque ella quería que él le hiciera un hijo a pesar de sus joterías, pero él de plano no estaba listo para eso, él se había salido enfadado de su hogar y ella al estar sola había decidido venir a mi casa. Llegaron las pizzas y encontramos a Eva escuchando música, por cierto a The cure, se me quedó en la mente el dato, no sé por qué.

Asunción antes de ir al baño me pidió el teléfono, hablo con alguien y le suplicó que la cubriera y que dijera que había pasado la noche allá, colgó. Eva y yo empezamos a devorar la pizza, bebíamos vino. Asunción regresó en lencería negra, con liguero y todo, hasta a Eva se le antojo. La colombiana, que en cueros estaba monumental a pesar de no ser muy alta, para excitarnos más, llamar la atención o simplemente porque le vino en gana, se untó mantequilla en el coño y se empezó a fornicar a una botella de vino que aún no estaba abierta, era algo raro e íbamos de sorpresa en sorpresa esa noche, alcanzó el orgasmo con varios gemidos.

Eso desató nuestras bajas pasiones, pero no es fácil cumplirle a dos mujeres calientes, lo sabrá quien haya pasado por eso. Afortunadamente ellas se dejaron llevar y yo disfruté de uno de los espectáculos más bellos de mi vida, la pasión y arrojo de Eva y el dejarse llevar de Asunción.

El par besaba a su manera única, de forma diferente, cada una respondía a mi verga cuando la tenía adentro moviéndose peculiar, Eva cuando me la estaba atornillando, decía groserías colombianas y me hablaba de usted. Asunción suspiraba y le gustaba mucho que le lamiera el coño. Cuando se cogieron rozando sus vulvas y yo veía eso atónito, hubiera muerto feliz.

Ambas se quedaron a pernoctar, Asunción me confesó que le daba miedo dormir sola, y se quedó en mi cama matrimonial, era muy gentil y educada y cohabitamos en el lecho como si lo hubiéramos hecho mucho tiempo. A la mañana siguiente, las despedí pronto, no sin antes prepararles unos hot cakes, Eva no dejaba de excitarnos y se puso miel en las tetas que hizo le chupáramos y repitió el procedimiento con la otra a la que no le gustaba estar pegajosa. Luego se la pusieron en sus cuevitas y me la embarraron en el pene.

Se fueron, puse canciones de Pedro Infante sin mucha consciencia del por qué, me tomé unos tequilas y pensé que debía aprender todo de nuevo y meditar si debería seguir viendo carnalmente a mis dos colitas, antes de encaminarme al aeropuerto por mi mujer.

lunes, 22 de noviembre de 2010

ME PAGO POR DEJARME DAR

Me encontraba en este estado de semi inconsciencia, en mi cama cuando lo oí entrar. Ni despierta, ni dormida… pero percibiendo todos sus movimientos en la casa.

Encendió la luz del pasillo y por la rendija de la puerta, se iluminó mi suelueta, boca abajo en la cama, con tan sólo unas braguitas estilo culote y el sujetador, puesto que en esta casa en verano hace bastante calor.

Esta escena, junto que debía de estar con alguna cerveza de más, lo debió calentar aún más, porque se limitó a entrar en silencio en la habitación y a acariciarme a lo largo de una pierna hasta llegar a mi culo.

En ese momento, retiró la mano y sentí cómo sacaba su cartera y el móvil de los pantalones, dejándolos en la mesilla. Se quitó los calzoncillos y la camiseta y lo dejó caer todo al suelo.

Yo pensé “este es el momento en el que me despertará”

Y la verdad es que me apetecía que lo hiciera puesto que la noche era bastante pegajosa y a esas alturas todavía no había podido dejarme dormir. Al menos, cuando me dan polla por la noche consigo agotarme y dejarme dormir.

Sin embargo no me despertó como yo esperaba. Se dedicó a agarrar su enorme pene erecto y a masturbarse mientras me miraba. Incluso se puso de rodillas encima de mí, por el medio de sus piernas abiertas, estaban las mías semi cerradas. Yo oía ese ruido tan peculiar de cuando un hombre se toca de esa manera. Además, sentía su respiración, cada vez más agitada y acompañada de algún que otro gemido.

Yo seguía boca abajo haciéndome la dormida, aunque en verdad, ya mis hormonas empezaban a excitarse, cada vez sentía más calor de imaginar que un hombre se estaba masturbando de esa forma con tan sólo mirarme. Mi coño empezó a escucrrir líquido y fue en ese momento, en el que se dio cuenta de que no estaba dormida.

Me tocó el coño, con la intención de acariciarlo simplemente y se lo encontró totalmente encharcado.

- ¿estás despierta? - mmm – conseguí gemir. - mm?? y ese gemido qué quiere decir eh perrilla? no me lo puedo creer, yo intentando no despertarte y tu ahí con el coño lleno de agua… que pasa que no querías que te la metiera esta noche?

- Si, si quiero… hazlo porfa. - ¿y porqué no me lo decías eh? O acaso estabas teniendo fantasías con otro hombre eh? - no no, nada más lejos - anda que no, zorrilla, con la mente sucia y perversa que tienes… - que no, de verdad, te esperaba a ti

EStas palabras no le convencieron, se enfadó bastante y se limitó a arrancarme de cuajo esas bragas. De una forma algo brusca me las bajó y yo me limité a abrir algo más las piernas.

- encima se me abre de piernas la muy perra.

Yo esperaba a que me metiera los dedos o a que me estregara su pene para ir calentando aún más mi coño pero no tuvo tanta sensibilidad conmigo. Se había enfadado bastante. Con una mano me separó las nalgas y con la otra, cogió esa enorme tranca colocando el blande en la entrada de mi vagina. Afortunadamente, estaba ya lubricada con mis propios jugos, porque la embestida que me metió fue tan brutal que no pude sino emitir un enorme gemido mezcla de dolor y placer.

- AAAAHHHHHH AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Empezó a follarme sin tapujos, una embestida tras otra, y yo cada vez levantaba más el culo para sentir cómo me llegaba esa pedazo de polla erecta hasta el final de coño. Hay un punto que incluso puede llegar a doler, pero cuando una está tan condenadamente cachonda de que se la folle un macho como este, se convierte en algo incomprensiblemente placentero.

Él no paraba de decirme obscenidades tipo: - te gusta eh putita? - si… me gusta… sigue por favor, sigue - joder, debería de estarte doliendo el coño con lo que te estoy dando, y tu sigues ahí pidiendo más como las perras de la calle… menuda zorra me vine yo a meter en casa… - ah ah ah sigue siiii ah ah ah

mis jadeos no cesaban, yo necesitaba más polla, y cada vez sacaba más y más jugos.

- sabes que te digo putita? que si tanta falta de rabo tienes esta noche debería de romperte ese culo rico que me estás poniendo.

Y les tengo que contar que en lo que se refiere a sexo anal, a mis casi 30 años, soy practicamente virgen, cosa que a Él le pone tremendamente cachondo. Aparte de las 3 ó 4 veces que lo habré hecho en toda mi vida, mi culo conserva esa especie de virginidad, me cuesta bastante dilatarlo y eso hace que cuando él me penetra, sienta milímetro a milímetro en su nabo cómo va entrando dentro de mí.

Reconozco que de todas las veces que me ha enculado, esta ha sido la que más me gustó y no sé qué es lo que tiene ese hombre que me pone tan condenadamente excitada.

Con tanto jugo que saqué de mi coño, me lo estregó por todo el ano, metiéndome sus dedos poco a poco, primero uno, luego otro… luego uno por cada agujerito a la vez.

Yo seguía gimiendo y eso le excitaba aún más. Me trataba como su puta particular, y seguía diciéndome obscenidades.

- te gusta puta? te gusta eh? esos gemidos no los dan sino las putitas sabes? tienes un agujero digno de reventar y de esta noche no te escapas…

- si por favor… házmelo… estoy realmente cachonda, sigue metiendome los dedos, sigue tocándome, poséeme, dame más porque estoy que estallo del calor - serás putita… pero tu te has oido hablar? joder cómo me estás poniendo la polla, por supuesto que te voy a dar lo tuyo

Nuevamente, puso su glande sobre mi culo e intentó hacer la primera penetrada, pero no lo consiguió.

- pero bueno puta, tu qué te crees que es esto? primero me invitas a pasar y luego te me cierras de esta manera?¿

- no no, vuelve a intentarlo, sigue tocándome, que yo quiero que entre - mentirosa, tienes el agujerito todo cerrado, no te dilata, qué pasa, que no te gusta lo que te estoy dando? - si si me gusta - calla puta mentirosa! – me decía mientras seguía introduciendo sus dedos en mi culo, dilatándolo aún más. - que no, de verdad, ves como te quiere dentro - no te creo perra! mira como el otro día te entraron todas esas pollas facilitas, te acuerdas? - si… ahhhh si…. ahhhh pero… pero es que eran otras pollas mas pequeñitas que la tuya - ah si? qué me estás diciendo? que tenía que haber traído a mis amigos a casa para que te abrieran bien el culo como el otro día? tanto te gustó perra? olvídate de pensar que cada vez que te quiera follar el culo tendrán que entrarte otros antes, este culo es mío, y tu eres MI puta, así que ya puedes irte dejando de follar por otros, que para algo te dejo quedarte conmigo hija de puta.

sus palabras me excitaban más y más… y yo le decía:

- yo sólo quiero que me lo hagas tu, no quiero a nadie más… me gusta tu polla, me gusta contigo, me gusta dejarme follar por ti, me gustan tus palabras sucias, me gusta que me digas qué tengo que hacerte para que te corras conmigo…

- ah si?? te gusta?? pues a qué esperas para abrirme ese culo eh? a qué? – volvió a ponerme el glande sobre mi coño pero a pesar d emi excitación, no conseguía entrar, la tiene exageradamente grande para mí. Se enfadó aún más de lo que ya estaba.

- mira puta perra, deja de mentirme de una vez ya! que tan cachonda no estás si no te dejas meter la polla de tu hombre dentro!. – me dio una enorme nalgada y me escupió en el ano. - ahhhh siii que bueno

mas nalgadas

me volvió a escupir

- esto es lo que te gusta? es esto? no… ya sé lo que te hace falta a ti.. el empujoncito final…

Estiró su brazo hasta la mesilla, cogió su cartera sacó un billete de 20 euros. Con su mano me agarró de los pelos, me tiró la cabeza hacia atrás y aprovechó que abrí la boca para soltar mi gemido de placer para meterme el billete dentro de la boca.

- así, ahora sí… como las putas de verdad, aquí tienes tu puto dinero por dejarte follar.

este gesto hizo que inmediatamente se me abriera el culo como el bebedero de un pato. Me puso la polla delante y dio esa enorme embestida, brutal, profunda, que me hizo gemir de placer, sacando el billete de mi boca.

- cómete el billete zorra, que es tuyo.

empezó a encularme salvajemente, yo estaba tan excitada por ese dinero que seguí poniendo el culo en pompa para que me lo reventara bien. El gemía, gritaba y me seguía diciendo guarradas

- así perra, déjate dar joder, pero qué rico culo tienes, te gusta eh¿ te gusta?

no me dejaba ni hablar

otro billete más de 20 euros en la boca.

cómete otro de estos más para que me dejes permiso para romperte el culo, te lo quiero destrozar. De aquí no paro hasta hacerte la sangres so puta.

yo gemía. Me estremecía. Me agarraba fuertemente a las sábanas.

Sus embestidas seguían y seguían… me agarraba del pelo, me obligaba a mantener el dinero en la boca. Estaba a punto de correrse.

- ahí te vas a llevar mi leche… joder mi putita cómo me tienes - y tu a mí cielo, sigue - te vas a dejar? no verdad?? Toma… toma puta, toma… toma otros 20 euros para que me dejes correrte el culo… AHHHHH AHHHH AHHHHHHHHHH

SE corrió todo… dejó caer su cuerpo sobre el mío y no me sacó la polla, aunque seguía haciendo presión, y mi coño se estregaba con las sábanas…

Y yo con el calentón que tenía, con el dinero en la boca y con una polla que seguía dándome por el culo, conseguí un extraordinario orgasmo contra las sábanas…

Sí… qué puta soy…

lunes, 8 de noviembre de 2010

VAMPIRAS





…y es como si hubieran pasado 200 años, realmente no se que pasó, solo sè que desde ese día ya no soy el mismo, mi ser se lleno de sombras, tristeza dudas e incertidumbre…
…el banjo que me regalaste es la prueba, hace un año que me lo diste y míralo, esta deshecho, apolillado, su maquinaria oxidada, no tiene lógica.




Solo recuerdo, que llegue a ese lugar y me aloje en el hotel, a la hora de la cena coincidí con un teniente del cuartel que estaba a las afueras del pueblo y al final de la cena hicimos buenas migas y me invito a tomar unos tragos en el cuartel, asi lo hicimos. Pasamos una buena velada bebiendo y yo tocando el banjo y terminamos a altas horas de la noche…
…me encamine de nuevo al pueblo, feliz, tranquilo, con la recomendación que no desviara el camino y no hiciera caso de nada que me llamara la atención en medio de la noche.
Al caminar un largo trecho, desconocí el camino, me desoriente y no hallaba el rumbo, había una luma llena hermosa, un poco de nubes que proyectaban sombras con figuras distorsionadas, mi sombra se alargaba con la luz de la luna y parecía un demonio emergiendo del mas allá…pero no sentí miedo, si me preocupe al no conocer el camino, más adelante en el horizonte se perfilaron unas tumbas, era un panteón, pero no recuerdo haber pasado por ahí, seguí caminando, y de pronto alcance a vislumbrar en una tumba, una dama recostada, con su cabello cubriéndole la cara, señorita, le puedo preguntar, ¿en que paraje nos encontramos? Ya que erre el camino y no sé cómo llegar al pueblo.
Ella apenas levanto la cabeza y con su brazo extendido me indico una dirección. Oiga, ¿pero que hace Ud. Aquí sola en medio de un panteón a estas horas de la noche? Apenas balbuceo una frases que no entendí, solo alcance a mirar sus ojos llenos de misticismo y una belleza extraordinaria cuando algunos rayos de luna se posaron en su lánguido rostro.. Me miro la mano y me pregunto de un anillo que llevaba puesto, ha es te anillo, es solo una baratija, no tiene valor. Si me lo das te llevo al Pueblo. Esta bien.
Se encamino y yo detrás de ella. Llevaba un vestido blanco de encaje hermoso, y unas sandalias blancas con hilo de oro igual hermosas. Sus pasos eran ligeros y ávidos y pronto ya había una distancia entre ella y yo…
Me apresure para alcanzarla al punto que llegábamos a un puente casi destruido, me indico que le diera el anillo y que yo atravesara el puente. Así lo hice y al atravesar el puente y mirar hacia atrás la mujer ya no estaba…bueno finalmente la mujer cumplió su promesa, alce los hombros y proseguí mi camino que ya había reconocido.
Al dar vuelta a la esquina camino al hotel, las casas se perfilaban en la semipenumbra por la sombra que provocan unas y otras. Decidí sacar mi banjo y entonar una melodía de amor, en tono bajo para no despertar a los vecinos.
De forma automática me detuve en una casona que llamo mi atención ya que se veía semiabandonada. Proseguí mi canción y de repente del balcón se asomo una mujer y se quedo escuchando mi canción, y me susurró, que le agradaba que me acordara de nuestra canción y que se la tocara al pie de su balcón. No hice aprecio del comentario ya que estaba inspirado tocando y cantando.
Me hizo señas de que entrara en la casa, me acerque a la puerta y esta se abrió, una ves dentro, estaba totalmente oscuro, solo sentí su presencia detrás mío y su mano palpando mi hombro. En ese momento sentí que corría un escalofrió por todo mi cuerpo…
Hizo que la siguiera, subimos una escalera, yo a tientas ya que desconocía en donde estaba. Llegamos a una habitación que se alumbraba por una chimenea y unos candelabros distribuidos por toda la habitación.
Pasa mi amor no seas cohibido, me dijo ella, en eso aprecie una belleza inusual, que me sedujo, me atrajo, me éxito, hizo que mi miembro palpitara y se pusiera erecto.
Pero no te quedes ahí parado, ven, siéntate a mi lado y sigue tocando y cantando nuestra hermosa canción. Para eso, en mis adentros pensaba, esta mujer esta loca, ya que en mi vida la he visto. Pero ya me había cautivado y decidí llegar hasta el final, solo pensaba en poseerla, hacerla mia, amarla, desnudar sus blancos hombros y contemplar su hermoso cuello, que de lado se antojaba dar una larga chupada.
En un momento en que atizaba el fuego, mire en 360º, y vi toda la habitación lujosamente decorada, con un estilo muy antiguo, pero de buen gusto, Los tapices se veían como de importación, cuadros muy finos, esculturas, maderas finas…
Amor, ven, y con su mano me indico una mesa totalmente llena de viandas sacadas como de una película para una velada romántica, había de todo, y lo necesario para una seducción total.
Sentía hambre, después de la caminata y accedí a tomar algunas viandas. Pero, y tu no vas a probar bocado? No, esta comida la he dispuesto solo para ti, solo quiero que pongas unas uvas en mi ombligo, en mis pechos, en mis partes intimas y que me hagas tuya…
Ya la pasión se había despertado y desesperado me abalance sobre de ella, al tocarla sentí el frio de la muerte, ella, estaba helada, y su piel era blanca como la nieve, poco a poco, se fueron sonrojando sus mejillas al calor de mis besos y caricias, que mis manos recorrían palmo a palmo cada centímetro de su desnudez. Coronado su pezón con una deliciosa fruta, la chupe y succione al grado de erectar el mismo y ella gemía de placer.
Ella me seguía mis intenciones y me besaba y chupaba el miembro, y me chupaba el cuello, y en cada chupada me sentía desfallecer de placer, y me sentía cada vez más débil pero lleno de pasión y lujuria.
Llene su ombligo de un delicioso vino y bebí de el cómo desesperado, y mi corazón más débil pero más excitado tratando de llegar al punto G de la gloria. Ella se incorporó, me levanto y tiro en el sillón, ella de espalda, abrió las piernas y se penetro…vi su larga espalda y como se perfilaba su columna vertebral, arriba y abajo, los impeles se hacían más frenéticos cada vez, saliendo gritos y gemidos de nuestras gargantas sin parar…no pares, no pares, sigue por favor sigue…sentía que ya no podía, que estaba a punto de desvanecerme, me sentía débil, pero ella de nuevo se acercaba a mi cuello y me besaba y me chupaba…
No se cuanto tiempo pasamos así, hasta que me desvanecí. Cuando abrí los ojos, me sentí todo adolorido y lo primero que busque fue a ella, pero ya no estaba. Yo estaba recostado en el mismo sillón, pero estaba todo viejo destruido, olía a humedad, las cortinas que vi en la noche hermosas, estaban roídas, el tapiz se caía a pedazos, el piso tenia tremendos hoyos que se veía el piso de abajo, y el banjo, que me regalaste, lo encontré así como lo ves ahora…es como si hubieran pasado 200 años…

lunes, 25 de octubre de 2010

EL ARQUITECTO Y LA SORPRESA



Claudia y yo siempre estamos echando cabeza a ver que mas se nos ocurre para ponerle picante a nuestra vida sexual.

Un dia se nos ocurrió llamar firmas de arquitectos para pedir una cotización de remodelación de nuestra casa. El plan era que Claudia lo recibía y luego le ofrecía un tinto y tanteaba el camino de la seducción, cuatro diferentes arquitectos fueron en diferentes días pero ninguno daba la talla del buen y difícil gusto de Claudia mi esposa.

Al quinto dia recibí un mensaje de texto en mi celular “Divino, buenísimo” me escribía Claudia, dos minutos después sonó mi celular. Amor como hago, no se que hacer es muy serio me dijo Claudia, siéntalo en la sala y le muestras cucos y le hablas de lo churro que es. Tengo pantalón me dijo y hoy preciso no me puse escote.

Mi ágil y perversa mente tuvo una idea, -habla pestes de mi le dije que llego tarde y cansado, que ya ni te miro, que la mayoría del tiempo estas sola y que solo tiramos muy de vez en cuando. Si quieres dile que la tengo chiquita agregue.

Colgamos y deje que pasara casi una hora, pues sabia que no iba a ser fácil, llame entonces y Claudia me contesto desde nuestro cuarto donde sabemos puede hablar tranquila, como vas le pregunte, iba bien me respondió, pero que pena he echado pestes de ti me dijo y se río, pero no vamos a poder hacer nada hoy me dijo imagínate que el socio de el viene para acá a ver la casa, -pues dale con ambos respondí.- No hay la menos posibilidad me respondió, estas loco.

Entonces quedamos que ella le diría que lo llamaría un dia para que fuera a visitarla. Pensé que todo había quedado ahí pero pasaban los minutos y Claudia no me llamaba, mas de media hora estoy seguro, entonces la llame. Me contesto y le pregunte que pasaba y me dijo que nada que los tres estaban charlando y riendo, que el tema era el sexo y que aunque el socio era un poco feito era muy divertido y picaron. Entonces? Me apure a preguntar. No creo amor me dijo, le conteste que iba a llamar al celular de ella y que no me colgara, que quería oír la conversación.

Así lo hice, eso era un relajo, no sabia cual era cual pero había uno echándole flores todo el tiempo a Claudia, de pronto oí que hablaban de una vez que mi esposa modelo unos Baby Dolls y le pedían que les dejara ver las fotos, ella dijo que no sabia donde estaba la revista, entonces uno de ellos pregunto si tenia Baby Dolls en la casa y ella dijo- toda una colección, cosa que es cierta. Vamos pruébate uno le dijeron, están locos contesto Claudia.

Ahí mismo tome el fijo y la llame, porfa ponte uno, mira que ya somos tres los que queremos, y cual me pongo respondió, el blanco que tiene una capa que solo tapa las tetas y el mini calzón compañero.

Yo seguía escuchando por el celular de Claudia a los dos que estaban en la sala y le fui contando a Claudia lo que hablaban de ella, los tenia a mil en pocas palabras.

Claudia decidió aceptar y oí cuando les grito desde arriba, -esta bien les voy a mostrar uno. Yo temblaba de nervios pero comencé a excitarme como loco. oí por el celular cuando Claudia bajo a la sala, eso era la locura, mil piropos y petición de media vuelta. Ese Baby Doll es un peligro pues con cualquier movimiento la capa se mueve y las tetas quedan al aire, supe que eso paso porque alguno le dijo que tetas tan divinas tienes, – me regalas un beso? Les puedo dar un besito? le pregunto alguien, yo también quiero dijo el otro, desde ahí solo fue ruido de besos, caricias, y precalentamiento. En un momento Claudia les propuso subir a la cama para estar mas comodos y se olvido del celular por el que yo estaba escuchando.

Como a la hora y media el teléfono de mi oficina sonó, Claudia me dijo vente ya que tengo mucho que contarte, naturalmente salí volado y Claudia me esperaba con el Baby Doll puesto.

Supe que fue algo extraordinario, que los dos se peleaban por metérsela, que se la mamaba a uno mientras el otro la penetraba y luego cambie de posiciones, que lo único que no paso fue por la cola que definitivamente no le gusta, le dolían mucho las piernas de todo el movimiento que había tenido que hacer encima de uno, en cuatro, que le habían besado la cuca y las tetas a la vez y que ni sabia cuantas veces había llegado, que las vergas sin ser muy grandes tenían un tamaño perfecto.

Hicimos el amor ella y yo mientras me narraba todo, luego en la caneca del baño vi cuatro condones usados….. Así que repitieron me dije.

viernes, 24 de septiembre de 2010

FANTASIAS SEXUALES DE GEORGINA



Soy una mujer de veintitrés años con muchas fantasias sexuales, lectora y estudiante de doctorado en una gran universidad canadiense. Y ya basta de vida real, ahora vamos al sexo y a las fantasias sexuales. Sólo he tenido cuatro compañeros, todos hombres mayores, muy tradicionales y convencionales.
La masturbación y el orgasmo son dos cosas que descubrí durante los últimos cinco meses, más o menos. Las fantasias que tengo cuando me masturbo varían constantemente. Tratan de simples encuentros con hombres que conozco y que me atraen, o bien de la dominación a manos de un hombre imaginario, o más a menudo, de una mujer. Voy a narrar una fantasía sexual completa, aunque sólo con imaginar alguna parte ya puedo correrme.

Fantasias sexuales

Una lesbiana varonil pero muy atractiva me ha convencido para que me vaya a su casa. De camino, nos detenemos en unos almacenes y me obliga a probarme ropas de su elección.
Ella me mira mientras me las pruebo. Me trae una delicada camisola beis y me dice que me la pruebe sin el sujetador.
Yo obedezco. Ella está detrás de mí, frente al espejo, y de pronto me pone una mano en el pecho y otra en el pubis y me besa en el cuello.
Luego me ordena que me ponga mi ropa sobre la camisola, me está obligando a robar.
Llegamos a su apartamento, en un rascacielos. Cogemos el ascensor (vive en uno de los pisos más altos), y cuando se cierran las puertas me mete la mano agresivamente bajo la falda y me agarra el coño obscenamente (en los almacenes me ha quitado las bragas) y me mete la lengua en la boca.
Su cuerpo me presiona contra la pared del ascensor. Yo protesto. «Chris, suelo llamarla Chris, todavía no, ¿Y si entra alguien?
Pensarán que eres una lesbiana, como yo. Todo el mundo sabe que lo soy.


Me arrastra a su apartamento, tirándome del brazo. Cuando entramos, me aplasta la cara contra la pared mientras se quita sus zapatos primero y luego me quita los míos.
Me empuja hacia el salón y allí me acaricia y me provoca antes de servirse un aperitivo. Luego se sienta en el sofa.
Quítate la ropa, me ordena. Yo estoy de pie delante de ella. Me quito la ropa hasta quedarme sólo con la erótica camisola. ¡Date la vuelta! Yo obedezco tímidamente. (Tengo un aspecto muy tímido y femenino, allí de pie, medio desnuda, con mi largo pelo rizado atado en la nuca.) Ella hace rudos comentarios de admiración sobre mi culo y mis piernas.
Ahora agáchate. Tócate los pies. Yo lo hago. Me siento muy humillada, muy vulnerable. Luego me dice que me dé la vuelta y que juguetee conmigo misma.
Yo suspiro hondamente, pero por fin obedezco, totalmente humillada. Ven aquí. Arrodíllate. Yo obedezco y ella me sonríe con perversión. ¿No sabes que no está bien tocarse así?, ¿no lo sabes?.
Me tumba sobre sus rodillas y empieza a darme azotes, al tiempo que me frota el clítoris con la otra mano. Yo estoy cada vez más cerca del orgasmo, y ella me insulta por eso.
Variaciones: aveces me ata las muñecas con la cinta que llevo en el pelo, y otras veces me obliga a beber de golpe su copa, y lame el licor derramado por mi cuello y barbilla.


Se cansa de pegarme antes de que yo me pueda correr, y me hace arrastrarme al dormitorio, donde me obliga a desnudarla como si yo fuera su esclava (desabrochándole el sujetador con los dientes, la lenceria sexy, etc.). Me pone un collar de perro y me ata las manos y los pies con unas correas que pueden atarse entre sí o a los cuatro postes de su gran cama.
Yo me arrodillo dócilmente a los pies de la cama, con las muñecas atadas al poste que hay detrás de mí, y ella está de pie ante mí, restregándome el coño por toda la cara. Luego me ordena chuparla. Y continuamente me amenaza con castigarme si no lo hago bien.
Yo lo hago lo mejor que puedo, y ella se corre dos o tres veces, empapándome la cara. Ya satisfecha, se arrodilla y lame sus propios jugos de mi cara. Me dice suavemente que, aunque he hecho lo que he podido, no ha sido bastante, y debe castigarme. Me abofetea, tengo la cara cubierta de saliva y jugos genitales, y luego vuelve a atarme las muñecas, una a cada barrote del pie del sofá, de modo que estoy de rodillas en el suelo con los brazos extendidos, de cara al sofa.
Pone un otomán de piel entre el sofa y yo, dejándome incómodamente estirada. Luego coge una porra dura de cuero, me frota la cara con ella, me obliga a besarla, me masturba un poco con ella y me obliga a lamer mis jugos. Yo acabo suplicándole que me pegue con ella, cosa que al fin hace.
Me obliga a pedírselo una y otra vez. Sus rudos comentarios humillantes me excitan muchísimo. Y la fuerza de sus golpes me hace pegar el coño al otomán. Yo intento frotarme furtivamente contra él. Ella lo advierte y me insulta cruelmente. ¡Coño asqueroso! ¡Te estás follando una puta silla! Puta calentorra. Ven, que te voy a ayudar a follarte a tu silla, dice.
Entonces tira la porra y me embiste el culo con el coño. Sigue con sus crudos comentarios y me pellizca los pezones, mientras me empuja contra el otomán. Venga, coño, a ver cómo te corres! ¡Quiero oír como te corres follándote a esa silla! Por su tono de voz sé que está también al borde del climax. Intento desafiarla y contenerme, pero es inútil. Me corro con grandes espasmos, y ella me pega el coño al culo, corriéndose conmigo. Me deja atada mientras descansa.
Generalmente, éste es el final de la fantasía sexual, pero a veces la continúo, para variarel relato erotico.
La imagino sentada sobre mi cara, yo estoy atada a la cama con los brazos y las piernas abiertos. O me arrastro delante de ella de rodillas y ella me conduce (con una correa atada al collar que llevo al cuello) ante unos ventanales. Luego vuelve a atarme a la cama y me hace llegar al borde del orgasmo usando varias formas de humillación, como su pie, su pezón, la porra, hasta que yo pierdo toda dignidad y le suplico que me deje correrme. Finalmente, se tumba sobre mí y hace que me corra con su muslo. Ella también se corre.
Observaciones: En esta fantasía sexual sólo se me permite correrme cuando hay desprecio o humillación, bien durante el castigo físico o después de haberlo suplicado. En la vida real no he hecho nada ni remotamente cercano a lo que ocurre en mi fantasía sexual. Nunca he intentado hacerla realidad; soy una persona bastante digna y orgullosa. Nunca me permitiría dejarme ir de esa manera, ¡y mucho menos con otra mujer!

domingo, 1 de agosto de 2010

DIOSA SEXUAL



Soy la Diosa sexual de una de las sociedades que adoran a la arcaica Diosa Madre en Anatolia en tiempos remotos. Y mi historia como mujer erotica empieza cuando me encarno en una hermosa doncella para asombro de mis ciudadanos. Aparezco en el templo dedicado a mi adoración, que alberga mi trono de mármol.
Erguida ante ellos hago una señal para imponer silencio. “He venido para conferiros los dones de mi sabiduría. Viviré entre vosotros como uno de vosotros, pero debéis respetar mi envoltorio carnal y protegerlo de todo daño. El primer don es la oportunidad de beber de mis aguas primigenias. Los hombres que necesiten un mayor entendimiento podrán beber de mi. Que cada cabeza de familia venga a mi llevando a su marido con ella”.

Lo que tengo es una droga de polvos mezclados en una crema. Sólo es efectivo si se traga. Y yo soy inmune. Se trata de un alucinógeno con el que apenas hay malos viajes. Es muy potente. Me he puesto esta crema en la vulva y he colocado la farra sobre el trono, fuera de la vista.


Las mujeres eroticas se acercan. El marido de la suma sacerdotisa es el primero. Es atractivo, así que lo utilizo en una demostración.
Lo llevo hasta el trono. Pongo las manos sobre sus hombros obligándolo a arrodillarse. Mi vestido tiene botones en la parte delantera, que desabrocho desde el estómago hasta abajo. Me coloca justo delante de él y sumerjo su cabeza con vehemencia en mi vulva. Me besa una vez y la droga se introduce en su boca. Inmediatamente siente placer y empieza a chupar con intensidad. La droga comienza a hacer efecto. Cuando está tan colgado que lo único que hace es balbucear sobre sus visiones, le ordeno a la suma sacerdotisa que lo guíe escaleras abajo desde el trono y lo bese. Ella obedece y la droga también se le mete en la boca. También ella inicia el viaje.

Todos miran asombrados, las mujeres empujan a sus maridos hacia delante para que compartan la revelación Me suplican que tome a sus maridos para que beban mis aguas primigenias. Arbitrariamente escojo a los más jóvenes y agraciados.
El segundo elegido es el joven marido de una vieja dirigente de Anatolia, la cual se siente muy honrada y se inclina al pie de las escaleras que conducen al trono haciéndome una reverencia. También su marido se inclina y cuando se lo pido, sube arrastrándose por los escalones. Yo le alabo por su humildad.
Cuando alcanza el último escalón me besa el pie. Luego se levanta hasta quedar arrodillado. No pierde tiempo y tan pronto como se incorpora, se dispone a compartir. Sumerge su lengua con ansia en mi interior, dando vueltas alrededor de cada raja, de cada valle y de cada bulto hinchado, Respiro hondo y echo la cabeza hacia atrás. Él resopla, gimo y gruñe al tiempo que chupa aún con mayor intensidad. La droga le hace efecto y la alucinación hace que me desee aun más.
Ahora las mujeres me piden con insistencia renovada que tome a sus maridos. Me unto los pechos y el yoni (palabra en indio arcaico que significa “vagina”). Luego ordeno a dos mujeres que están al fondo de la multitud que se acerquen.



Ellas y sus maridos se arrodillan al pie de las escaleras del trono y empiezan a subir arrastrándose. Todos me besan los pies en demanda de bendiciones. Arrodillados ante mi, esperan. Me doy cuenta de que las mujeres esperan poder lamerme personalmente, en lugar d hacerlo a través de sus maridos, Yo les sonrío .
Con el pie acaricio al taparrabos del más atractivo de los maridos, Él trata de inclinarse para besa el pie, pero no se lo permito. Sigo acariciándolo. No tarda en tener la polla erecta, mientras contempla cómo me mojo los labios seductoramente. El otro marido tiene una erección mientras me contempla acariciando al primer marido.
Me levanto y el más atractivo se inclina hacia mi yoni. Levanta los brazos y me acaricia las nalgas y los muslos mientras me lame. Con la mano tomo el mentón del otro y lo acerco a mi pecho. Le cojo la mano y deposito sus dedos en mi pezón. Él lo estimula con suaves toques. Luego empieza a chuparlo y con él, la droga. Su lengua es muy agradable, pero sólo tiene una, así que tomo el mentón de su mujer con la otra mano y guío su boca hacia el otro pecho. Le digo que ella y la otra esposa pueden turnarse para excitar ese pezón. Las dos se ponen a mordisquearlo. Son maravillosas.El primer marido se corre encima de mi pie. Me levanto y camino hacia el altar de sacrificios, donde me tumbo. Así le doy oportunidad al segundo marido para comerme y a su mujer, para tener un pecho para ella sola. Él empieza besando la parte interior de los muslos, y luego más arriba. La primera esposa me masturba el clítoris con los dedos mientras él me pasa los labios por los labios vulvares. Se detiene y me besa la mórbida y cálida carne con los labios. Con la lengua, retira toda la crema de mi interior, Mi espalda se arquea, introduciendo más aun las tetas en las atrayentes bocas de las esposas. Engullen mis tetas y endurecen mis pezones haciendo girar sus lenguas a su alrededor y tirando de ellos con los diente. El segundo marido se sube al altar y se quita el taparrabos, descubriendo una polla enorme, no circuncisa y reluciente. Cada una de las esposas me coge de una rodilla y me separan las piernas. Entonces el segundo marido me penetra. Tiene un ritmo lento, sacando la polla completamente y metiéndola hasta el fondo cada vez. Su mujer me frota el clítoris siguiendo su ritmo. Ambas esposas empiezan a lamerme lascivamente las tetas. Al llegar a este punto me corro frenética y escandalosamente dejando a mis ciudadanos excitados y enloquecidos pidiendo más

jueves, 29 de julio de 2010

CITA A CIEGAS



Salí de casa mirando el reloj. Inevitablemente llegaba tarde.
El frío viento de Febrero se colaba entre las rejillas de mis medias.
Volé hasta el lugar de mi cita, era un hotel. Estaba nerviosa y excitada; me preparaba, subiendo las escaleras, para lo que me esperaba tras la puerta de la habitación 3013.
Llamé tímidamente, golpeando la puerta con los nudillos. Y se abrió. No me recibió nadie, pero escuche su voz diciéndome: “pasa, pasa...”.
Entré y cerré la puerta. Todo el frío que contenía mi cuerpo se derritió cuando apareció ante mí el motivo de mi cita. Estaba guapísimo, y lo había preparado todo.
Una copa y un porro calentaron el ambiente mientras hablábamos y nuestras miradas se perseguían.
Encendió velas por toda la habitación que se reflejaban en las sábanas negras de raso sobre la cama. Sólo deseaba que me arrancara la ropa para fundirme con esas sábanas.
Subió la temperatura, mis ojos se clavaron en los suyos. ¡Jóder, nunca había deseado a nadie así!. La lujuria nos dejó en ropa interior.
Sus dedos rozaban mi piel, sus besos eran húmedos, instintivos... Después de juguetear con casi todas las zonas erógenas que poseo, sacó de un cajón un pañuelo negro. Sonrió maliciosamente. No podía permitirle que vendara mis ojos, si me tocaba más conseguiría que me corriera y aún no habíamos empezado.



Decidí tomar las riendas y le robé el pañuelo. Me acerqué despacio y le vendé los ojos.
Estábamos frente a frente, mis pezones rozaban su torso y entre mis piernas había explosiones de líquidos y calor, mucho calor.
Lamí su cuerpo, sus pezones, sus tatuajes, los mordí. Saboreé el placer de darle placer y chupé su polla hasta que el orgasmo estuvo cerca. Él tiraba de mi pelo, retorciéndose. Me llevó hacia él con sus manos, nos besamos y comenzó a bajarme las bragas, aunque me dejó el liguero y las medias.
Quería penetrarme, quería que me lo follara. Pero yo no.



Necesitaba sentir el calor de su boca entre mis piernas, así que me senté sobre ella. Sacó la lengua, ¡dios!.
Apenas empecé a moverme me corrí tan intensamente que me doblé de placer. Él empapó sus dedos en saliva y comenzó a jugar con mi culo; primero un dedo, luego dos. Mi orgasmo no cesaba, creí reventar de gusto.
- Ahora quiero follarte.- me dijo. Se quitó el pañuelo que tapaba sus ojos y me miró un instante eterno. En aquel momento mi cuerpo le amaba. Dejó que su deseo flotase hasta mí, me sedujo y luego me hizo suya. Me penetró por detrás, me la metía en el coño y en el culo alternativamente. En una embestida, retrocedió y salió de mí. Giré para ver que había ocurrido y me cogió en brazos, clavándome en la pared. Allí, con su cuerpo pegado al mío volví a correrme. Vi en su rostro, de nuevo, la llegada del placer supremo y me volvió a dejar sobre la cama, dónde le sentí tan dentro, tan duro, tan...que no quería que parase nunca. Gemía como una loca y le pedía que no parara por nada. Mis dedos se clavaron en su espalda y en su culo, apretándolo contra mí, dejando marcas del delirio. Un gemido delató que se estaba corriendo y sólo escucharle provocó el mismo estado en mí. Y allí nos quedamos, fundidos, extasiados, temblorosos, dibujados sobre las sábanas negras...entre sudor, pasión y placer.

Placeres Saavedra

jueves, 8 de julio de 2010



Me llamo Mary y por un impulsos sintiendo que no tenía nada que perder, le di mi fantasía sexual a leer al hombre de mis relatos eroticos.
Antes de dársela le expliqué que era sólo mi fantasía, y que esperaba que no se enfadaría ni se disgustaría conmigo después de leerla.
Con una amplia sonrisa en la cara de pervertido sexual me aseguró que no lo haría. Ni qué decir tiene que el resto del día y toda la noche estuve nerviosa y sobreexcitada sexualmente.

Imaginé su reacción ante mi fantasía y ante mí, y sus comentarios sobre lo descriptiva que era mi fantasía.
Cuando fui a recoger mi largo texto, estaba muy excitada sexualmente, me puse mi mejor lenceria y esperaba que él haría mi fantasía realidad. Pero guardó las formas y mantuvo el control, aunque se sentía muy halagado.
Yo abandoné su despacho sumida en la decepción. Le expliqué que, sabiendo que había leído mi fantasía erotica, me sentía menos obsesionada por querer hacer el amor con él.
Le dije que me sentía más relajada, ya que en mi mente había hecho el amor con él, de la única manera que él permitía.



Deseo sexual

Pero, ¡Dios mío!, todavía me consumo por él y mi deseo sexual cada vez que lo veo aumenta. He notado un cambio en su actitud hacia mí. Ahora es más reservado y no me ha vuelto a guiñar el ojo. Pero no voy a rendirme porque estoy segura de que, si espero, un día llegará el momento adecuado.
Tengo treinta y dos años, soy licenciada en la universidad y madre de un niño de nueve años. Hace once años que estoy casada.
Los últimos cinco años han sido muy felices y satisfactorios sexualmente. Nací en Georgia y cuando tenía diez años mis padres, mis dos hermanas y yo nos mudamos a Florida. Soy una buena chica muy sexy del viejo Sur, y aunque he perdido casi completamente mi acento sureño, todavía se nota, y se vuelve más pronunciado cuando me excito sexualmente.
Mis raíces, acento y lazos familiares sureños, creo, son los responsables de mi forma de ser. Por mi apariencia física soy lo que algunos hombres y mujeres describirían como «mona». Tengo los huesos muy pequeños, soy menuda y de cuerpo atlético. Mido 1 metro 52 centímetros y peso 44 kilos.
Soy morena, y mi piel es de un color caramelo bronceado.



Tengo los ojos castaños y el pelo corto y castaño con mechas doradas. Ser menuda de estatura nunca me ha ocasionado graves problemas psicológicos. Si algún efecto ha tenido, incluso en mi vida adulta, ha sido el de atraer sobre mí una atención positiva y favorable. Irónicamente, no soy el tipo de persona tímida, dependiente e insegura que uno atribuiría a alguien protegido por los demás. Soy muy sociable, con gran deseo sexual, hago amigos con facilidad y disfruto con la gente y trabajando de cara al público.

Al parecer, los hombres suelen interesarse por mí porque malinterpretan mi simpatía y creen que trato de tener contactos o «ligar» con ellos. Si me gusta una persona expreso mis sentimientos tocándola y abrazándola, porque me encanta el contacto corporal. Sin embargo, mis signos externos de afecto son normalmente asexuales.
Soy muy selectiva, y físicamente, sólo me he sentido atraída hacia cuatro o cinco hombres en mi vida adulta. Cuando los hombres, y también unas cuantas mujeres, malinterpretan mi afabilidad y se vuelven sexualmente agresivos hacia mí, siempre me sorprendo, y resulta embarazoso tratar de aclarar el malentendido. Me encanta la sensación de ser la «que controla» el deseo sexual en este tipo de situaciones. Todo ello me conduce a mi fantasía sexual más frecuente, mi preferida. La utilizo una y otra vez siempre que me masturbo con la mano (varias veces al día), o cuando uso mi teléfono de ducha y masaje. Todo lo que tengo que hacer es cerrar los ojos y concentrarme en el hombre de mis fantasías, e inmediatamente me excito y tengo que tocarme el coño ya húmedo.

El hombre de mi deseo sexual es una persona real con la que mantengo una amistosa relación de trabajo. Es unos años mayor que yo, un profesional de elevada estatura y algo barrigudo. No tiene nada de Romeo y no es ni ligón ni agresivo con las mujeres. No irradia atracción sexual, como algunos hombres, así que no todas las mujeres se sienten atraídas por él como si fuera un imán. Excepto yo. Desde que lo conocí me he sentido atraída por él tanto física como emocionalmente. A mí me resulta extremadamente sexy, con su encanto tímido y adolescente y sus grandes ojos castaños. Cuando me mira me hace sentir como si estuviera desnuda. Eso es todo lo que ha hecho: mirarme. Siempre he sido muy abierta y explícita en mis intentos por seducirlo, pero yo no le intereso lo más mínimo en lo que respecta al sexo. Le halagan mi interés y mi deseo por él, pero no le interesa tener una relación física conmigo. Su rechazo me incita aún más a tener relaciones sexuales con él, y estoy obsesionada por mi deseo.

Mis instintos de mujer me dicen que tengo un efecto positivo sobre él, que se siente atraído por mí, y que probablemente quiere follarme bien follada, aunque sólo sea para comprobar si soy tan buena amante como parezco.
Sólo tengo que verlo, sólo tiene que guiñarme un ojo al pasar junto a mí, para empezar a sentir un hormigueo en el coño y que las bragas se me empapen por completo. Nunca me ha hecho ni dicho nada, siempre procura no incitarme. Tener su polla dura dentro de mí, deseándome, sería lo máximo para mí. Pero, por mucho que lo intento, no puedo conseguir que ceda. Es demasiado fuerte para mí, y tiene un gran autocontrol. Así que me contengo cuando mi mente y mi cuerpo me piden que vaya y le meta mano en la entrepierna hasta que su polla esté dura como una roca y lista para estallarle en los pantalones.

Pero en mi deseo sexual soy yo la que tiene el control y le domina. Exploro cada centímetro de su cuerpo, y le hago todas las cosas placenteras imaginables. En mi fantasía sexual disfrutamos de horas del sexo puro, físico y salvaje que tanto deseo. En mi fantasía, el hombre está en mi casa, estamos solos, bebiendo vino y sosteniendo una conversación informal. Tenerlo todo para mí, sin interrupciones externas y tan cerca ha vuelto locas mis hormonas.
Él me habla de una antigua lesión y del dolor que le produce cuando se aviva. Me confía que la espalda le está doliendo en ese momento. Tras otro vaso de vino le convenzo de que me deje darle un masaje en la espalda y le prometo que no le atacaré sexualmente.

Él se muestra escéptico, duda, pero me sigue al cuarto de los invitados en el que tengo una cama con cuatro columnas. Él tira de su camisa y se la sube hasta la mitad del pecho. Sé que se siente nervioso por estar en mi casa, solo conmigo, y por el hecho de que pronto estaré tocando su cuerpo. Sé que se pregunta si podrá controlarse y mantener las emociones al margen.
Se tumba sobre su estómago, quejándose de que realmente no debería estar allí. Empiezo a masajear su espalda con mis fuertes manos untadas de loción, que se sienten seguras moviéndose arriba y abajo desde los omoplatos hasta los riñones. Siento que se relaja, sus músculos pierden la tensión, y los movimientos de mis manos firmes se vuelven deliberadamente lentos. Pronto noto que su respiración se hace más pesada, y sé que se ha quedado dormido, gracias al vino y a mi masaje reparador.

En silencio busco bajo la cama y saco cuatro largas bufandas que había escondido antes para utilizarlas en esta ocasión. Hábilmente, le ato las muñecas y los tobillos a las columnas de la cama, asegurándome de que las bufandas le permitirán levantarse y mover los miembros.
Me subo sobre su espalda y continúo el masaje, sabiendo muy bien lo enfadado que estará cuando se despierte, pero sin que me importe en realidad. Por supuesto, se despierta al sentir el peso de mi cuerpo sobre su espalda. Sigo con el masaje, oyéndolo reír (porque al principio le parece cómico), y luego quejándose de que le haya atado. Me dice que la broma se ha acabado y que haga el favor de desatarle, pero no está enfadado ni disgustado conmigo como yo creía. Lucha por liberar los brazos pero se da cuenta de que su empeño es fútil, pues lo he atado fuerte y diestramente. Le digo que no se resista, que me deje hacer lo que quiero hacer y le prometo que le desataré, pero tiene que ser un buen chico. Además, ya que está atado, le digo que es mejor que se relaje y disfrute de todas las cosas deliciosas que le voy a hacer. Le recuerdo que soy yo quien controla la situación ahora, y no él. Luego le quito los zapatos y los calcetines.

Empiezo a darle un masaje en el pie izquierdo, frotándole los dedos ligeramente, y rascándole alrededor del tobillo. Noto que se relaja un poco. Todavía no confía en mí. Acerco mi boca a sus pies y empiezo a lamer y chupar cada uno de sus dedos, moviendo la boca arriba y abajo, como si cada uno de sus dedos fuera un pequeño pene. Gime un poco y me pregunta por qué quiero hacer eso. Yo le contesto que adoro sus pies y que me excita mucho. «Oh Dios —me dice—, nunca nadie me había hecho esto antes; no puedo creer que sea tan agradable.» Estoy al menos diez minutos amando su pie y su tobillo, haciendo ruidos de chupeteo al subir la boca lentamente por su pierna, alzando la pernera del pantalón a medida que exploro. Sintiéndome más segura, y no oyendo ningún comentario negativo por su parte, busco debajo de él, le desato el cinturón y le desabrocho los pantalones. Estoy tan excitada ahora que las manos me tiemblan visiblemente, pero a pesar de lo grande que es, consigo bajarle los pantalones hasta los tobillos. Una vez más me siento sobre él y empiezo a acariciarle los ríñones y, con movimientos de mariposa, a masajearle las nalgas y los muslos. Empiezo a besarle la espalda junto al culo, lamiéndolo y mordisqueándolo al bajar hasta las nalgas y luego los muslos, que mantiene unidos con fuerza.
Le araño los muslos, rascándolos muy suavemente, y empiezo a mover la lengua por entre sus piernas que aún están firmemente unidas. Me doy cuenta de que abre las piernas un par de centímetros, y puedo meter mi lengua errante más profundamente. Lleva unos calzoncillos largos tipo boxeador que yo desabrocho y bajo muy lentamente. Él levanta las caderas para ayudarme. ¡Oh, Dios mío! Veo sus nalgas desnudas, magníficas, como mejillas rechonchas, por primera vez, y me excitan tanto que grito de placer sexual. Siento mis jugos fluir y resbalar por la entrepierna. Es una sensación pegajosa, pero me encanta. Me digo a mí misma que he de calmarme, que soy la que da placer, que, luego, si todo resulta como yo he imaginado, obtendré tanto como estoy dando.

Le cojo y aprieto las nalgas y entierro mi rostro en su culo, lamiéndolo y besándolo por todas partes. Cuando saco la lengua y le lamo la entrepierna, suavemente al principio, luego con más fuerza, empieza a gemir de placer y a menearse. Meto la lengua en su ano y luego voy bajando hasta los firmes testículos. Tomo cada testiculo en mi boca chupándolos con suavidad y lamiéndolos de arriba abajo con la lengua.

Está cubierto de mi saliva y yo la uso para masajear delicadamente la zona entre el ano y los testículos. Ahora, él está sobre las rodillas, tan excitado que mueve el cuerpo adelante y atrás. Como soy menuda consigo meterme debajo de él a pesar de estar aún atado. Empiezo a lamer sus tetillas, que ya están erectas, tirando levemente de ellas con los dientes. Él se echa sobre mí y puedo sentir su polla dura y completamente erecta oprimiéndome el estómago. Me pide que le desate las muñecas para poder tocar y acariciar mis tetas. Aún no me ha besado, pero nuestros rostros están tan cerca que me muero por saborearlo, chupar su lengua y, llegado el momento, paladear mis jugos en su boca. Me dice que le desate para poder tocarme el coño, para ver si estoy húmeda, si estoy preparada. Así que me ablando y le suelto, no sólo las muñecas, sino también los tobillos. Con las manos libres lo primero que hace es sacarme la fina camiseta por la cabeza y descubrir mis bronceados, plenos y erectos pechos y pezones. Jadea cuando se apodera de uno de mis pechos, abarcándolo con la mano y frotando la punta de mi pezón con el pulgar. Se lleva el pecho a la boca, chupándolo con tanta fuerza que casi grito de dolor. Me tira sobre la cama. Ahora está verdaderamente excitado, jadea, sus ojos están llenos de deseo por mí. Se desliza hacia abajo, baja la cremallera de mis pantalones cortos y tira de ellos, sacándomelos. Ahora sus manos me acarician el coño, suavemente al principio, con más fuerza después. Me dice lo mucho que le gusta la firmeza de mi cuerpo, tan atlético, y aun así femenino.

Muevo las caderas atrás y adelante, sintiendo su capullo sobre mi clítoris hinchado. Noto todo su cuerpo tenso y su corazón latiendo alocadamente a causa de su ansia por mí, pero no estoy preparada para él. Todavía soy la que da placer, y quiero chupar y saborear su polla antes de que derrame su semen dentro de mí. Me desliza hasta que mi coño está en contacto directo con su herramienta de amor hinchada y dispuesta.
Yo me escapo de su presa y muevo la cabeza hasta alcanzar su vientre. Empiezo a lamer y chupar alrededor de su ombligo, metiendo la lengua hasta dentro, escarbando en él, clavándola en él. Luego me pongo a besar su vello púbico, asegurándome de no tocarle la polla, que ha estado dura casi una hora y él empieza a estar impaciente. Sé que ya no puede aguantar más, así que le lamo rápidamente el capullo con la lengua. Él grita de placer, me agarra la cabeza con sus dos fuertes manos y la empuja sobre su pene dispuesto a correrse. Me gusta decir guarradas cuando follo, así que le digo lo mucho que me gusta su polla, lo bien que sabe y cuánto he esperado este día, este momento, durante tanto tiempo.

Siento su polla crecer aún más dentro de mi boca y sé que está a punto de derramar su leche espesa en mi garganta, mientras le como la polla. Cuando le llega el orgasmo se corre en espasmos que hacen estremecer todo su cuerpo. Me gusta el sabor de su semen, justo como había soñado que sería, y también el modo en que mana de él y chorrea por mi garganta. Cuando se ha calmado, lamo todo lo que aún rezuma, porque lo quiero todo.

Su respiración se tranquiliza y sus músculos se aflojan, todos excepto uno, su polla. Yo me tumbo sobre él, cubriéndolo con mi cuerpo, enterrando mi cabeza en su cuello y su hombro. Empiezo a chuparle la oreja con la lengua. Le digo lo mucho que lo deseo, cuánto ansio sentirlo dentro de mí, llenándome por completo. Cuando estoy mordiéndole y chupándole el cuello, toma mi rostro en sus manos con mucha suavidad y deposita su boca abierta sobre la mía. Su lengua recorre todo mi rostro, incluso mete la punta en mis ventanas nasales, y alrededor de los ojos. ¡Me encanta! En cada nervio de mi cara siento un hormigueo como si estuviera vivo. Mi coño empieza a palpitar y a contraerse. Estoy tan caliente que a duras penas puedo soportarlo. Él lo sabe porque no puedo dejar de mover las caderas. Rodeo sus caderas con mis firmes muslos y coloco el coño de manera que pueda penetrarme. Me acerco más y, con mayor determinación, empujo hasta que su polla me penetra. Cuando ya está dentro de mí, él empuja más fuerte para hacerme sentirlo todo. Mueve su polla dentro y fuera lentamente, atormentándome.

No puedo soportarlo, y le pido que me folle. «Por favor, cielo, follame con todas tus fuerzas; méteme esa polla dulce y dura hasta dentro, hasta el corazón.» Empieza a moverse con mayor rapidez, clavando su polla cada vez más profundamente. Me gusta tanto que levanto las rodillas hasta colocarlas sobre mis hombros. Estoy completamente abierta para su máquina folladora grande y dura, y nuestros cuerpos se mueven acompasados. El sonido de nuestros muslos chocando unos con otros y el contacto de sus testículos contra mí me vuelven loca. Cuando grito que me corro, introduce su polla con más rapidez y con más fuerza, más rápido y más profundo, y yo tengo mi primer orgasmo desgarrador. El sigue cabalgándome, buscando su segundo orgasmo. Yo no dejo de decirle lo buen follador que es, cuánto me gusta su verga dura, besándolo, lamiéndolo, amándolo. Lo tumbo sobre la espalda y me siento a horcajadas sobre él, manteniendo su polla a punto de reventar dentro de mí, no permitiendo que se salga.

Empiezo a «masturbar» su pene con mis músculos vaginales, apretándolo y dejando que se deslice dentro y fuera. Lo hago varias veces con mi coño abriéndose y cerrándose. A la tercera vez grita y tiene el segundo orgasmo. Siento su semen saliendo a chorro dentro de mí. Ahora estoy dispuesta a un segundo orgasmo, y empiezo a mover las caderas pero, al hacerlo, noto que su polla se ha salido. Me reclino para lamérsela y para lamer y saborear mis jugos vaginales. Estamos haciendo el 69, y siento su lengua sobre mi clítoris hinchado. Siento también su lengua introduciéndose en mí, penetrándome como un pequeño pene. Empieza a chupar y lamer mi coño, chupando su propio semen. Levanta mis piernas sobre sus hombros, enterrando su cabeza en mí. Me mordisquea, me muerde y me chupa hasta que grito que me voy a correr. ¡Oh, Dios mío, es tan placentero que no puedo aguantarlo! Me lame después de haberme corrido, y después yo lo abrazo. Yacemos el uno en brazos del otro, saboreando el momento, abrazados. Sabemos que esta tarde, por fantástica que haya sido, será la última juntos. Tendrá que vivir en nuestra memoria. No hablamos de ello, pero los dos lo sabemos.

Teníamos que estar juntos, experimentarnos mutuamente, para poder seguir viviendo. Al acompañarle hacia la puerta, se da la vuelta y me abraza. Me pregunta cómo aprendí a hacer eso con el coño, que ninguna otra mujer se lo había hecho antes, masturbarle el pene. Yo le sonrío y le digo: «Ya te había dicho que era buena, y después de haber estado una vez conmigo, me llevarás en la sangre.» Me guiña el ojo y mira en las profundidades de mis ojos. Yo siento esa palpitación y esa contracción familiares en mi coño que creía que iban a desaparecer después de esa tarde juntos.

lunes, 14 de junio de 2010

Mi cita con Nora


Y ahora sentado en un sillón, mientras mi sexo se adentra en su boca, mientras me complace alzando la mirada para comprobar mis reacciones a sus caricias, recuerdo aquella niña extrañada porque pudiéramos acariciarnos tres horas, asombrada de que la hiciera caricias que no eran habituales para ella, temerosa de mirar en el espejo la imagen de su propio cuerpo enlazado con el mío.

Permitid que, primero, me describa. No soy nada especial. O tal vez sí, pero no soy consciente de serlo. Tengo más de 50 años, en toda mi vida no he ido más de tres veces a un gimnasio, pese a lo cual mantengo un tono muscular aceptable pero tengo al menos 10 kilos más de los que debería pesar, conservo todavía todo mi pelo aunque de un gris más claro cada día. Para completar mi descripción diré que el tamaño de mi sexo es corriente, tirando a pequeño, en la parte baja de las estadísticas.

Nora es una hembra apetecible, capaz de excitar a un hombre mientras la contempla… Tiene esa edad indefinida de las mujeres maduras atractivas, entre 35 y 45 años… ni pequeña ni grande, en una medida exacta y bien proporcionada, su cuerpo se sostiene en dos piernas muy bien torneadas, muy bien definidas aunque no musculosas, sólidas, de tobillos fuertes… Me gusta contemplarla por detrás cuando lleva zapatos de tacón alto, medias y falda… son piernas de hembra poderosa, que proclaman su fuerza de mujer en su plenitud…

Cuando las medias acaban a medio muslo y se levanta la falda para que pueda contemplarlas en toda su longitud, destaca la tersura de la piel… muslos blancos y suaves… Sí… tiene la piel suave y delicada, tersa, en todo el cuerpo, pero especialmente en los muslos… los he disfrutado en algunas épocas en que se apretaban, rebosantes, juntándose uno al otro y cerrando los espacios… los he disfrutado en otras, como ahora en que está más delgada, haciendo un breve hueco entre ambos, apenas una pequeña rendija en la parte del centro… pero siempre blancos, de piel delicada, suave y tersa…

Vista de frente o desde atrás, sus caderas se abren en una curva muy bien dibujada, de guitarra bien construida, de mujer consistente, sin exageraciones… como es ella… para cerrarse de inmediato en una cintura estrecha… En la suave y muy breve curva de su vientre no puede descubrirse el rastro de sus maternidades… Ese vientre resulta juvenil y tan terso como antes destacaba en sus muslos… En la breve protuberancia de su pubis, apenas un mullidito cojín bajo su vello, se anuncia la promesa de un sexo húmedo, jugoso y sabio, capaz de acariciar el sexo de un hombre como si tuviera vida y placeres propios…

Tiene los pechos pequeñitos, infantiles, y tal vez por ello capaces de desafiar la fuerza de la gravedad y mantenerse erguidos, mirando hacia arriba con descaro, con sus aureolas rosadas y no muy grandes, los pezones de respuesta fácil a las caricias, dispuestos a endurecerse y sobresalir con el contacto de una mano o de una lengua…

Sus brazos son finos, rematados por unas manos rotundas, fuertes, acostumbradas al trabajo y a los esfuerzos tal vez, o tal vez fruto de la herencia de siglos de mujeres trabajadoras en su estirpe, pero cuando las usa conmigo son delicadas, suaves, un poco torpes e inexpertas al principio, un poco inseguras siempre, pero al final eficaces, capaces por sí solas de extraer cuanto placer pueda guardar el cuerpo de un hombre…

De hombros rectos, casi siempre acariciados por su propio pelo, cortado en media melena morena, el cuello exacto, la expresión de la cara de mujer feliz, a veces pícara, otras serena, las más inquieta e interesada en todo lo que la rodea… Recientemente he descubierto la expresión que puede tener cuando contempla una película pornográfica en la que una mujer vestida al estilo de las matronas romanas devora un inmenso falo imposible de meter en una boca humana…

La mejor combinación, claro, sus ojos y su boca… pueden volver loco a un hombre… pero eso no es para describirlo… eso es para vivirlo… no hay palabras… ¿Cómo pueden tantos hombres vivir sin saber lo que esa boca es capaz de provocar?

Y ahora, tranquilamente sentado en un sillón, mientras mi sexo se adentra en su boca, mientras me complace alzando de tanto en tanto la mirada para comprobar mis reacciones a sus caricias, recuerdo su larga evolución… desde aquella niña tímida extrañada porque pudiéramos acariciarnos tres horas, asombrada de que la hiciera caricias que no eran habituales para ella, temerosa de mirar en el espejo la imagen de su propio cuerpo enlazado con el mío.

Desde aquella mujer muerta de vergüenza al entrar en la habitación de una casa de citas, hasta esta mujer que se escribe en el cuerpo mi nombre cuando vamos a vernos, que desnuda su sexo bajo la falda, durante horas, mientras lleva a cabo las tareas cotidianas solo porque sabe que me gusta que lo haga, que se hace pajas a escondidas pensando en mi o me dice en voz alta que quiere ser mi mejor puta y follarme como nadie me haya follado jamás…

Sigue así, mi niña… sigue con esa boca llena de saliva matándome de placer… mientras, recuerdo aquel momento tan especial, muy especial por lo que podías sentir en ese instante, por lo que significaba de entrega a mi capricho… el día que traspasaste la puerta de la habitación sin saber si había otras personas dentro, sin saber si te entregaría a la lujuria de otros hombres y mujeres, si te acabarían acariciando, una vez atada, otras manos, otras lenguas, otros sexos…

No lo sabías… te había convencido de que vinieras, de que entraras y te dejaras vendar los ojos, que otras manos y otros sexos te asaltarían… podrás decirme que imaginabas que no habría nadie o que si había alguien más no volverías a verme… podrás decirme muchas cosas, pero atravesaste la puerta, te sometiste a mi capricho, te dejaste atar y vendar y, con los ojos vendados, me hiciste una mamada en medio de la habitación, arrodillada frente a mi, sin saber si estabas exhibiéndote frente a ojos desconocidos… Nunca te entregaste, ni te entregarás a nadie ya, como lo estabas haciendo en ese instante. Sí, un largo recorrido…

Entre aquella mujer algo infantil, inquieta y generosa, muy inocente y bastante insegura que conocí al principio y esta otra que me espera algunas veces al finalizar la jornada en el despacho vacío para desnudarse, dejar volar su recién descubierta lujuria y hacerme lo que me está haciendo ahora mismo, hay mucha distancia…

Entre aquella mujer que un día cargada de tensión y temblándole las rodillas se dejó besar en los labios un instante y la hembra que se abre el sexo con sus dedos para que mi lengua recorra mejor sus pliegues, parece haber pasado un mundo…


Entre aquella mujer aniñada que me confesaba no haber tenido nunca el sexo de un hombre en su boca y esta otra que abre mis cachetes para jugar con la punta de la lengua en los lugares más prohibidos, no hay apenas comparación…

Sin embargo eres la misma… me gusta de ti que pese a todo el recorrido que hemos hecho, pese a que sin duda has ganado muchísima seguridad y autoestima, sigues teniendo el aire de frescura inocente que siempre has tenido… Hummm, Nora…

Me voy… derramaré una vez más mi semen en tu boca mientras te contemplo de rodillas frente a mi…Y aunque es imposible verlo, aunque con mi sexo en tu boca no podría jamás nadie asegurarlo, yo sé que mientras me agitan los espasmos de placer, sonríes complacida al comprobar que, una vez más, me has elevado hasta tu cielo…

Sí… Lo sé… Lo veo en tus ojos… Ven… recuéstate en mi regazo, mi niña… descansa de tus esfuerzos de hembra complaciente… te quiero…

viernes, 4 de junio de 2010

Con la gemela de mi mujer



Mi esposa Laura tiene una hermana gemela idéntica que se llama Patricia, la cual se hizo pasar por mi esposa durante un viaje que tuvo, ahora entiendo porque esa tarde tuvimos sexo tan delicioso, pues lo tuve con mi cuñada y sin saber.Fue un sábado en el cual salió Laura a su viaje de trabajo, pero en la tarde llego a casa, claro Patricia, no se como consiguió una ropa igual a la de Laura pero llego diciendo que el viaje se pasaba al siguiente fin de semana, llego en medio de una fuerte lluvia diciéndome que le habían cancelado el vuelo por el mal tiempo. Que bueno así podremos aprovechar este fin de semana, le dije Me parece perfecto y quiero aprovecharlo desde ahora!, contestó.

Me pareció que hacia una seña como indicándome que la siguiera y me pareció que quería hacer uno de esos juegos eróticos donde cambiamos de roles y fingimos ser otras personas, mientras fui a la alcoba y espere a que saliera de la ducha la espere en las sabanas apenas con mi ropa interior, para cuando salió no podía creer como estaba vestida, tenia una ropa muy corta transparente que me dejaba ver sus pezones y la tanga que llevaba era muy delgada y unas pequeñas medias de encaje. Laura que ropa te pusiste??? Me encanta , pero en el juego quien quieres ser?, temía que quisiera ser una callejera o alguna striper, pero me sorprendió mas su respuesta. Quiero que imagines que soy Patricia mi hermana, Claro que si lo era pero yo no lo sabia. Quieres que me imagine teniendo sexo con tu hermana, Que tiene de malo, además somos gemelas y yo te gusto ella también, no tienes como negar como la miras cada vez que viene de visita, así que quieres hacérmelo cuañadito…

Me gusto tanto la idea que comencé a llamarla por su verdadero nombre sin saberlo, ella se acerco a la cama y quitando la sabana se subió sobre mi haciendo un 69, para el cual no estaba preparado, pero me acostumbre enseguida pues con su mano tomo mi verga y empezó a pegarse en los labios con mi glande al mismo tiempo que bajaba su conchita depilada a mis labios, y esa fue una pista para darme cuenta que en realidad me estaba follando a mi cuñada pues Laura no se depilaba por completo. Sus labios me estaban dando una gran mamada ya que solo escuchaba el tragar de saliva y su profunda respiración, alternando con pasadas de su lengua por mis bolas, sentí que me chorreaba pero le levante el culito y me entendió lo que quería, entonces me decía cuñadito métemelo profundo, así que la cogi de la cintura la puse en pose de perro y corriendo su tanga a un lado empecé a pasarle la cabeza de mi verga en su rajita, ella gemía como nunca la escuche, lo cual también debería despertar mis sospechas pero creía que era parte del juego, deje de frotarla y se la metí despacio hasta estrellar mis huevos contra sus labios vaginales, cogiendola de las tetas la acercaba a mi para no dejar de metérselo, ella solo gemía y pedía mas, en un momento ella se soltó y se tendió en la cama y girando sus piernas empezó a quedarse boca arriba,

Cuando aprendiste eso le pregunte a mi “esposa”, no dejes de follarme cuñadito era lo único que me decía, por su puesto yo estaba tan exitado de pensar en cogerme a mi cuñada que estuve por chorrearla de nuevo, pero ella me cogio la verga con sus dedos y la apretó en un punto que solo ella sabe y me logre contener, con sus manos mantenía sus piernas elevadas así que podía ver perfectamente como su hermosa y depilada vagina se tragaba toda mi verga, al tiempo que le masajeaba los pezones con mis manos. Luego de un rato me canse y le pedí que me montara lo cual le encanto así que me tendí en el borde de la cama y ella empezó a venir a mi de espalda se agacho y ubico mi verga en su rajita para bajar suavemente y como una maquina comenzó a mover sus caderas enloqueciéndome, se dio la vuelta y nuevamente tomo mi verga en sus manos y empezó a moverse contra mi. No podía dejar de besarla, chuparle las tetas y empujarla hacia mi de sus nalgas y emocionadísimo le decía Patricia me encantas, eres deliciosa, quería metértelo desde hace años. Eso la enloqueció al punto que gimiendo y meneado su cadera sobre mi, al mismo tiempo que movía su largo cabello me decía cuñadito yo también quería que me lo metieras y no me importan las consecuencias…

No le di significado a eso lo único que quería era chorrearle mi leche lo mas profundo y fuerte que pudiera y ella quería lo mismo porque no dejaba menar su culo, así con solo una mirada ambos entendimos que era el momento y comencé a sentir el calor en mi verga y luego sus jugos y los míos escurriendo por mis huevos, gimió casi hasta gritar, era tanto le placer que ni siquiera sentí sus uñas en mi espalda. Tendidos en la cama cansados y extasiados me dijo, Gracias por hacérmelo cuñadito. Laura deja ya el juego… No, no es ningún juego, Yo soy Patricia y mi hermana está en el aeropuerto Como, no juegues conmigo. Te repito que no es un juego, no me aguantaba las ganas de tenerte adentro, así que llamé a mi hermana y me dijo que aun estaba en el aeropuerto que debía esperar a que confirmaran el vuelo, y si lo cancelaban volvía a casa de sorpresa esta misma noche. Entonces acabo de tener sexo con mi cuñada y como si fuera poco viniste haciéndote pasar por Laura y para rematar ella la verdadera Laura puede llegar en cualquier momento.

Y se quito una de sus medias de encaje y vi que tenia una mancha en su tobillo y me mostró su mano, no tenia el anillo de matrimonio, lo cual me despertó una tremenda ansiedad de follarla de nuevo sabiendo que si era Patricia, pero me dio un beso y llamó al móvil a Laura. Hola hermanita, como estas, ah que pesar bueno entonces nos vemos mañana. Termino la llamada y Patricia me dice, tu esposa viene en camino, el vuelo lo cancelaron y en un rato llega así que si quieres aprovechar… No lo dude me monte encima de ella y lo hicimos de nuevo, pero esta vez me vine en su boca, debo decir que fue mucho mas delicioso ver escurriendo mi semen en su lengua, nos arreglamos en seguida y se fue. Tal vez lo mas excitante de esto es que nadie, a parte de mi esposa, notaria algo distinto pues al ser gemelas Patricia puede ser mi esposa si algún día volvemos a salir.

domingo, 23 de mayo de 2010



Soy una mujer de veintitrés años con muchas fantasias sexuales, lectora y estudiante de doctorado en una gran universidad canadiense. Y ya basta de vida real, ahora vamos al sexo y a las fantasias sexuales. Sólo he tenido cuatro compañeros, todos hombres mayores, muy tradicionales y convencionales.
La masturbación y el orgasmo son dos cosas que descubrí durante los últimos cinco meses, más o menos. Las fantasias que tengo cuando me masturbo varían constantemente. Tratan de simples encuentros con hombres que conozco y que me atraen, o bien de la dominación a manos de un hombre imaginario, o más a menudo, de una mujer. Voy a narrar una fantasía sexual completa, aunque sólo con imaginar alguna parte ya puedo correrme.


Una lesbiana varonil pero muy atractiva me ha convencido para que me vaya a su casa. De camino, nos detenemos en unos almacenes y me obliga a probarme ropas de su elección.
Ella me mira mientras me las pruebo. Me trae una delicada camisola beis y me dice que me la pruebe sin el sujetador.
Yo obedezco. Ella está detrás de mí, frente al espejo, y de pronto me pone una mano en el pecho y otra en el pubis y me besa en el cuello.
Luego me ordena que me ponga mi ropa sobre la camisola, me está obligando a robar.
Llegamos a su apartamento, en un rascacielos. Cogemos el ascensor (vive en uno de los pisos más altos), y cuando se cierran las puertas me mete la mano agresivamente bajo la falda y me agarra el coño obscenamente (en los almacenes me ha quitado las bragas) y me mete la lengua en la boca.
Su cuerpo me presiona contra la pared del ascensor. Yo protesto. «Chris, suelo llamarla Chris, todavía no, ¿Y si entra alguien?
Pensarán que eres una lesbiana, como yo. Todo el mundo sabe que lo soy.

Me arrastra a su apartamento, tirándome del brazo. Cuando entramos, me aplasta la cara contra la pared mientras se quita sus zapatos primero y luego me quita los míos.
Me empuja hacia el salón y allí me acaricia y me provoca antes de servirse un aperitivo. Luego se sienta en el sofa.
Quítate la ropa, me ordena. Yo estoy de pie delante de ella. Me quito la ropa hasta quedarme sólo con la erótica camisola. ¡Date la vuelta! Yo obedezco tímidamente. (Tengo un aspecto muy tímido y femenino, allí de pie, medio desnuda, con mi largo pelo rizado atado en la nuca.) Ella hace rudos comentarios de admiración sobre mi culo y mis piernas.
Ahora agáchate. Tócate los pies. Yo lo hago. Me siento muy humillada, muy vulnerable. Luego me dice que me dé la vuelta y que juguetee conmigo misma.
Yo suspiro hondamente, pero por fin obedezco, totalmente humillada. Ven aquí. Arrodíllate. Yo obedezco y ella me sonríe con perversión. ¿No sabes que no está bien tocarse así?, ¿no lo sabes?.
Me tumba sobre sus rodillas y empieza a darme azotes, al tiempo que me frota el clítoris con la otra mano. Yo estoy cada vez más cerca del orgasmo, y ella me insulta por eso.
Variaciones: aveces me ata las muñecas con la cinta que llevo en el pelo, y otras veces me obliga a beber de golpe su copa, y lame el licor derramado por mi cuello y barbilla.

Se cansa de pegarme antes de que yo me pueda correr, y me hace arrastrarme al dormitorio, donde me obliga a desnudarla como si yo fuera su esclava (desabrochándole el sujetador con los dientes, la lenceria sexy, etc.). Me pone un collar de perro y me ata las manos y los pies con unas correas que pueden atarse entre sí o a los cuatro postes de su gran cama.
Yo me arrodillo dócilmente a los pies de la cama, con las muñecas atadas al poste que hay detrás de mí, y ella está de pie ante mí, restregándome el coño por toda la cara. Luego me ordena chuparla. Y continuamente me amenaza con castigarme si no lo hago bien.
Yo lo hago lo mejor que puedo, y ella se corre dos o tres veces, empapándome la cara. Ya satisfecha, se arrodilla y lame sus propios jugos de mi cara. Me dice suavemente que, aunque he hecho lo que he podido, no ha sido bastante, y debe castigarme. Me abofetea, tengo la cara cubierta de saliva y jugos genitales, y luego vuelve a atarme las muñecas, una a cada barrote del pie del sofá, de modo que estoy de rodillas en el suelo con los brazos extendidos, de cara al sofa.
Pone un otomán de piel entre el sofa y yo, dejándome incómodamente estirada. Luego coge una porra dura de cuero, me frota la cara con ella, me obliga a besarla, me masturba un poco con ella y me obliga a lamer mis jugos. Yo acabo suplicándole que me pegue con ella, cosa que al fin hace.
Me obliga a pedírselo una y otra vez. Sus rudos comentarios humillantes me excitan muchísimo. Y la fuerza de sus golpes me hace pegar el coño al otomán. Yo intento frotarme furtivamente contra él. Ella lo advierte y me insulta cruelmente. ¡Coño asqueroso! ¡Te estás follando una puta silla! Puta calentorra. Ven, que te voy a ayudar a follarte a tu silla, dice.
Entonces tira la porra y me embiste el culo con el coño. Sigue con sus crudos comentarios y me pellizca los pezones, mientras me empuja contra el otomán. Venga, coño, a ver cómo te corres! ¡Quiero oír como te corres follándote a esa silla! Por su tono de voz sé que está también al borde del climax. Intento desafiarla y contenerme, pero es inútil. Me corro con grandes espasmos, y ella me pega el coño al culo, corriéndose conmigo. Me deja atada mientras descansa.
Generalmente, éste es el final de la fantasía sexual, pero a veces la continúo, para variarel relato erotico.
La imagino sentada sobre mi cara, yo estoy atada a la cama con los brazos y las piernas abiertos. O me arrastro delante de ella de rodillas y ella me conduce (con una correa atada al collar que llevo al cuello) ante unos ventanales. Luego vuelve a atarme a la cama y me hace llegar al borde del orgasmo usando varias formas de humillación, como su pie, su pezón, la porra, hasta que yo pierdo toda dignidad y le suplico que me deje correrme. Finalmente, se tumba sobre mí y hace que me corra con su muslo. Ella también se corre.
Observaciones: En esta fantasía sexual sólo se me permite correrme cuando hay desprecio o humillación, bien durante el castigo físico o después de haberlo suplicado. En la vida real no he hecho nada ni remotamente cercano a lo que ocurre en mi fantasía sexual. Nunca he intentado hacerla realidad; soy una persona bastante digna y orgullosa. Nunca me permitiría dejarme ir de esa manera, ¡y mucho menos con otra mujer!

jueves, 13 de mayo de 2010

LA TORMENTA PERFECTA 2



Vamos a la cabina.

No me contestó, simplemente me siguió hasta mi camarote un par de cubiertas por encima de donde nos encontrábamos.

Apenas entramos en mi cabina nos tiramos encima de la cama, enlazados en una sucesión infinita de besos cálidos, besos en los que enlazábamos nuestras lenguas, mordíamos nuestros labios y nos arrancábamos el aliento el uno al otro. Nos fuimos desvistiendo sin miramientos, sin preámbulos, tan rápido como éramos capaces hasta quedar desnudos uno frente al otro. Ahora, por vez primera, podía ver esas tetitas que tantas veces había visto insinuadas bajo las camisetas, redondas y pequeñas, casi infantiles, con una aureola rosada no muy grande y unos pezones pequeños y redondos, pero que apenas los rocé con la lengua se irguieron como girasoles al sol. Podía ver su vientre, fino y suave, y más abajo su pubis, cubierto de bello oscuro, a través del cual se adivinada el brillo carnoso de sus labios excitados. Sus piernas, suaves y blancas, bonitas aun cuando mostraban abundantes señales del salvaje movimiento al que veníamos siendo sometidos los últimos días en forma de cardenales. Creo que me quedé mirándola no más de cinco segundos que parecieron mil años. Con su cara asustada, pálida, húmeda de mis besos y sus lágrimas, sus labios temblorosos y rojos. Nunca antes había visto un ser más bello.

Me recosté encima de ella y volví a besarla. Con pasión. Y lujuria. Besé sus labios, su cuello, sus pechos. Subía y bajaba recorriendo cada centímetro de su piel, chupando sus pezones, amasando sus tetas con mis manos. Seguí bajando, recorriendo con lengua y boca su vientre, jugueteando con su ombligo. Seguí descendiendo. Primero besaba su pubis, bajando por la cara interna del muslo, subía y bajaba por el otro, mientras el olor profundo de su sexo inundaba mis fosas nasales y me sumergía en un mundo propio, ajeno al infierno que nos rodeaba. No aguanté mucho. Necesitaba saborear ese coñito, devorarlo hasta hacerlo mío. Comencé rozando los labios con mi lengua mientras percibía como comenzaba a fluir la humedad y como se abría ante mí. Rozaba su clítoris con la lengua y bajaba chupando con fuerza de su vulva. Introducía la lengua tan al fondo como podía. Comencé a devorar aquel manjar que tenía ante mí al tiempo que jugaba metiendo y sacando uno de mis dedos en el interior de su vagina. Sonia suspiraba y apretaba las piernas sobre mi cabeza no permitiéndome escapar de allí ¡Cómo si yo pensase en escapar de aquel sitio! Sus fluidos fluían sin parar, su olor me embriagaba y yo devoraba como si en ello me fuera la vida. Sonia movía su pelvis acompasadamente mientras con sus manos jugaba con mi pelo. Yo ya no aguantaba más. Estaba fuera de mí. El corazón latía mil pulsaciones golpeando mi pecho en busca de una salida. Me incorpore y abrí sus piernas, dejando su sexo, completamente húmedo y abierto, ante mí. Yo tenía la polla a más no poder. Me tiraba la piel como si fuera a reventar. Acerque el miembro a su coñito y empujé. Entró suavemente hasta el fondo. Podía sentir a través de mi verga su calor, su humedad, los latidos de su corazón retumbando en su vagina. Comencé a bombear, despacio primero, ganando velocidad después. Bombeaba salvajemente, mientras miraba a Sonia. Seguía callada, pero ya no estaba pálida. Sus mejillas estaban coloradas, su frente ruborizada, perlada de sudor. Su respiración seguía entrecortada, pero ya no era por el llanto, era la respiración del placer. En un momento me hizo un ademán de parar. - Ponte abajo.

Obedecí sin pensar y me coloqué yo debajo. Sonia se sentó encima mio y comenzó a cabalgarme. Unas veces saltaba sobre mí, de tal modo que mi polla entraba y salía en casi su totalidad. Otras frotaba su pelvis contra la mía, manteniendo su polla dentro. No sé cuanto tiempo estuvimos así, cabalgando ella sobre mí mientras yo me dejaba llevar por el placer del momento, mirándola, trayéndola contra mí para besarla con fuerza, magreando sus tetas. No tardé en sentir como la polla se me ponía aún más dura, como mi semen pugnaba por escapar. No aguanté más y me corrí mientras me estremecía de placer dentro de su vagina. Ella no paró, ralentizó el bombeo un poco y luego se recostó encima de mí, con mi polla morcillona en su interior y mi semen escurriéndose lentamente de su coño. Comenzó entonces a refrotarse contra mí, presionando su clítoris contra mi pubis mientras me besaba hasta que también ella fue presa de una tensión que anunciaba el orgasmo seguido de unas pequeñas convulsiones. Se quedó recostada encima de mí, con mi pene en su interior, la respiración forzada. Abrazándome. Sin decir nada. Apenas transcurridos diez minutos so volvió a reincorporar. Se sacó mi verga de su coñito y la limpió con la sábana. Se agachó y comenzó a chupármela. Una ola de placer volvió a sumergirme en el mar de la lujuria. Mi polla no tardó en recobrar su vigor bajo el hábil quehacer de Sonia, que chupaba con una dulzura exquisita, suave unas veces, presionando otras con sus labios mi glande, jugueteando con su lengua. Volví a sentirme fuera de mí, poseído por unas ganas locas de hacerla mía, de descargar de nuevo mi simiente en su seno. Fui yo esta vez el que tomó la iniciativa. Cogí a Sonia y a recosté boca abajo sobre el colchón. Recorrí su espalda con mi lengua hasta alcanzar aquel culo que tanto me atraía. Lo besaba y lo mordía, lo magreaba, lo hacía mío. Hundí mi cara en su entrepierna pasando la lengua a lo largo de sus labios, aún chorreantes de flujo y semen, subiendo hasta su culo. Con dos dedos comencé a estimular su chochito, aunque era trabajo baldío, pues ya estaba caliente como un horno. No me demoré mucho. Me posicioné encima de ella e introduje nuevamente mi verga en su coño. La posición hacía que costara más meterla. Tuvo que levantar las caderas un momento para ayudarme. Al comenzar el bombeo sentía una presión sobre mi polla más grande. El placer era inmenso. Mientras yo bombeaba Sonia acompasó el movimiento de su pelvis al mío. Estaba frotando su clítoris contra el colchón mientras yo metía y sacaba mi polla de su coño. Yo ya había descargado así que me costó más que antes correrme. Sonia pudo alcanzar un par de orgasmos más así, frotándose contra la cama mientras yo la follaba antes de que, por fin, yo también me corriera. Nos volvimos a quedar así, recostados y abrazados sobre la cama, mientras el barco seguía moviéndose sin cesar, mientras todo tipo de objetos, tirados por el suelo, iban y venían de un costado a otro destrozándose en el ínterin, mientras varios miembros de la tripulación yacían totalmente ebrios en los lugares más dispares, mientras los demás temían por sus vidas y creían que el final estaba al llegar. Esa desesperación fue la que me entregó a Sonia, ese desasosiego interior que crece en las personas cuando creen llegado su fin lejos de su casa, de su gente, impotentes ante la situación, hambrientos de calor humano y ansiosos por un poco de amor que les acompañe en su último viaje. Nunca más volví a acostarme con Sonia, nunca más volvimos a hablar del tema. Ella tenía su pareja y yo la mía. Quizás cuando me besó ella la primera vez lo hiciera pensando en su pareja, utilizándome a mí como medio para despedirse de él. No lo sé, no se lo pregunté ni se lo preguntaré nunca.

Aquella situación terminó una hora más tarde. Repentinamente se cayó la planta (se paró la máquina) y se fueron las luces. Apenas dos minutos después se accionó el generador de emergencia y volvieron a iluminarse algunas de las luces de la habilitación. El barco comenzó a balancearse de forma despiadada arrojándonos a ambos de la cama contra el suelo. Casi resultaba imposible ponerse en pie. Nos mal vestimos con lo primero que pillamos y salimos del camarote hacia el puente de gobierno. Un buque sin máquina en un temporal es como una lata a merced de las olas. Es la peor situación que puede darse. El final que tanto temíamos llegara y que parecía que ya estaba aquí.

El resto de la historia ya nada tiene de sexual aunque si de alucinante. Una experiencia única por lo intensa que espero nunca volver a repetir en mi vida profesional. De Sonia decir que nunca más volvió a navegar. Desembarcó en Baltimore. Decía que la vida no vale un sueldo. Y tenía razón.

Si alguien quisiera conocer el fin de la historia del temporal, que envíe un correo con sus comentarios a y se la haré llegar.