martes, 24 de febrero de 2009

LA TANGA Y EL ESPEJO



Luego de una noche de mucho calor me levanto a las 9 hrs., preparo mi desayuno y recuerdo que había apagado mi celular, al encenderlo me encontré con una llamada perdida de una chica que había conocido unos días atrás en un bar. Su nombre era Sandra.

Al recordar su belleza y buena onda sin dudar marqué su número, me atiende una voz muy suave a la cual le digo:

-Sandra. -Si soy yo. Fue su respuesta.

Le consulté por su llamada. En un primer momento se hace la desentendida y me dice no, que quizás se había equivocado.

Ante mi sorpresa, inmediatamente oigo una risa burlona la cual fue acompañada por su voz diciendo

-Si yo te llamé porque quería encontrarme contigo, pero al no atenderme no se si tengo ganas aún.

Le explico del porqué no la pude atender y la invito a cenar ese mismo día. Por un momento se produjo un largo silencio hasta que escucho:

-¡Si quiero!

Luego de los preparativos del caso voy a su encuentro. Llegué al restaurante a las 22 hs., luego de un momento la veo entrar con una blusa azul que hacía juego con sus ojos y una minifalda que me permitía observar sus piernas, las cuales tenían un gran entrenamiento físico.

Cenamos y al terminar le propongo llevarla a su casa en mi auto, me da la dirección y partimos juntos. Al llegar me invita a pasar a su departamento. Ni bien entramos al ascensor me da un beso en la boca, da un paso atrás y no deja de mirarme de una manera muy inocente.

Al entrar a su departamento me invita a tomar una taza de té, luego de conversar me levanto a lavar las tazas. Sandra viene tras de mi, ya casi estoy por terminar cuando ella se coloca de espaldas frente a mi, coloca su cuerpo contra el mío y al no poder disimular mi grado de excitación comienzo a besar su cuello, me veo sorprendido al verla retirarse dejándome solo en la cocina. Decido seguirla, pero la puerta de su habitación se cierra en forma fuerte.

Espero unos minutos hasta que la puerta se abre voy sin dudarlo y me encuentro con Sandra que solamente tenía puesto una tanga de color rosa. Y me dice:

-Esta tanga es lo único que no me puedes sacar.

La tomo de la cintura y la empujo sobre la cama. Con mi boca y lengua no dejé de recorrer cada parte de su cuerpo, hasta llegar al lugar que ambos deseábamos, bajo su tanga solo hasta poder ver su vagina, la cual comienzo a besar muy suavemente, comencé a utilizar mis dedos y lengua, pero ella se levanta y oigo:

-Todavía no es el momento.

No comprendo bien lo que me quiso decir pero decido continuar.

Ella se sube la tanga la cual no me dejó quitársela por completo, me hace sentar en un sillón y coloca frente a mí un espejo de 1,5 m de altura.

Yo solo tenía colocado un bóxer, me lo quita en forma violenta, lo arroja, mientras el espejo me permitía no olvidar su culo y piernas, ella comienza a lamer mi pene de arriba hacia abajo como si se tratara de un helado, sus técnicas eran increíbles, usaba su lengua de una manera desconocida para mí. Lo lamía, besaba, lo refregaba sobre sus labios, lo tomaba con su mano y lo golpeaba fuerte contra su lengua, mientras no dejaba de mirarme a los ojos de una forma muy atrapante.

Ya no podía contenerme, me incorporé del sillón y al darse cuenta de mi estado, Sandra sacó su lengua y la colocó como si fuera una cuchara y finalmente sucedió lo que ella buscaba. Fue como destapar un refresco que previamente fue muy agitado.

Ella lo bebía y esperaba más, hasta que empezó a utilizar su lengua como lo hace una víbora sobre la punta de mi pene.

Me tomó de la mano, me pidió que coloque el espejo detrás de la cama y me acueste, al darme cuenta que ya no tenía ningún poder sobre ella, hice lo que me pidió.

Se sentó sobre mí con su tanga rosa, la cual corrió muy lentamente hasta que mi pene entró en su vagina y comenzó a moverse de manera frenética y sonriéndose, luego de un momento sentí que su ritmo comenzó a bajar fuertemente, fue en ese instante que la tomé de su cintura y empecé a penetrarla muy rápidamente, bajé mis manos a su culo para acariciarla, ella se incorpora, se coloca boca abajo con su cintura levantada. Agotada me dice:

- ¿Y que esperas?

Me levanto, rompo su tanga (que me permitió ver sus rastros de excitación) con una tijera que vi sobre una mesa de luz y comienzo a introducirme en ella, la cual se tomaba con sus manos muy fuertemente de los hierros del respaldo de la cama, su cuerpo temblaba, por primera vez empezó a gemir y gozar como si hasta ese momento no se lo hubiera querido permitir. En ese instante me dice:

-Ahora si, quiero que me veas acabar!

Y así sucedió mientras yo miraba a través del espejo su cara exhausta.

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