jueves, 19 de marzo de 2009

DESPEDIDA



El asunto es que Alfredo y yo habíamos sido amantes por algo así como un año; compartimos buenos ratos, nos divertimos mucho sin preguntarnos que hacia cada uno las noches que no pasábamos juntos; sin expectativas más allá del desayuno. La mala noticia era que su jefe decidió mover el negocio y Alfredo se iba de la ciudad. La mudanza, coincidió con una de esas épocas en las que yo estaba de trabajo hasta los codos, así que a pesar de los muchos intentos había sido imposible conciliar una despedida como la que nuestra historia se merecía.

Despedidas hubo varias, todos lo íbamos a extrañar mucho (cada uno de diferente forma), así que se aprovechaba cada oportunidad para reunir a la banda, tomarnos unas cervezas, desearle buen viento al viajero y hacer planes para ir a visitarlo. Los amigos no se imaginaban que en cada reunión de esas, él y yo estábamos tratando de cuadrar una discreta evasión que nunca se pudo concretar. Yo casi me había resignado a dejar la cosa así y despedirme con un cándido abrazo en público, mientras me imaginaba sus manos recorriendo mi cuerpo.

Un jueves en la tarde, menos de 24 horas antes de que el camión que llevaría la mudanza de Alfredo saliera de la ciudad, resultó que yo tenia tres horas muertas en el trabajo mientras esperaba turno para usar un equipo. Tenia mil cosas que leer y un informe que escribir, pero decidí entra al msn.

-Hola tu? ¿todo listo para la mudanza?
-Casi, estoy respaldando algunos archivos? no puedo arriesgarme a que le pase algo al computador durante el viaje.
-Claro!! Entonces? estas en tu casa.
-Si, aquí en medio de cajas. Y tu? ¿Mucho trabajo?
-Si ya sabes, fin de año? pero tengo tres horas muertas.
-¿Te lanzas?
-Llego en 20 minutos.

Hubiera sido bueno ir primero a mi departamento, la falda de mezclilla y las sandalias estaban bien, pero hubiera preferido cambiar la playera demasiado ancha por una sin mangas un poco más sexy; pero no había tiempo. Así que de salida pasé por el baño, me compuse el pelo recogido en una cola de caballo y me subí al carro tratando de no imaginarme lo que iba a pasar, para no distraerme mientras manejaba. El trafico fue benévolo con migo aquella tarde así que en menos de 20 minutos estaba estacionando en frente del edificio.

El timbre de su departamento nunca funcionó, había que gritar a la ventana. Ese ritual a la llegada al departamento de Alfredo no me gustaba del todo; casi siempre me pasaba unos minutos allí esperando a que él oyera mis gritos por encima de la música y bajara a abrirme. En esta ocasión no tuve que esperar. Tan pronto pasé la puerta caí en sus brazos, sus manos recorrían mi espalda y el ??hola? se silenciaba en un beso profundo.
-Pensé que no te volvía a besar en esta ciudad.
-Yo también.

Subí las escaleras adelante de él, con sus manos apoyadas en mi cintura. Llegamos directo al estudio por que el PC había hecho un ruido que reclamaba la atención de Alfredo, pero también por que la habitación estaba cubierta por ropa, cajas y maletas a medio empacar. Mientras él puso un CD nuevo en el computador, yo ojeaba los libros empacados en una caja. Alfredo se acercó por la espalda y me besó en el cuello mientras por debajo de la playera sus manos llegaron a mis senos, la playera ancha tenia sus ventajas.

La luz de la tarde entraba por la ventana y mi cuerpo se encendía con el contacto de su cuerpo pegado a mi espalda y la caricia cada vez más fuerte de sus manos en mi pecho. La vista al parque era sensacional. Su boca rodeó mi cuello y se encontró con la mía, unidos en un beso que empezó muy suave pero se fue haciendo cada vez más intenso; me di la vuelta para quedar de frente a él y empecé a acariciar sus piernas y sus nalgas. La respiración se hacia agitada y el calor de la tarde, sumado a la intensidad del contacto de nuestros cuerpos, empezaba a hacer molesta la ropa.

Alfredo se quitó la camisa mientras yo me quitaba la playera; nuestras pieles se buscaron en un abrazo con caricias lentas en los brazos, la espalda, el cuello, las nalgas? ahora era mi falda y su pantalón los que sobraban así que nos deshicimos de ellos. Mis labios buscaron los suyos pero él me apartó con suavidad…..
-Nunca te había visto con luz de tarde, me gusta tu piel con esta luz.
Mientras miraba cada parte de mi cuerpo como si estuviera descubriendo algo nunca visto, se sentó en el sillón. Yo me acerqué a la ventana y con una mano empecé a acariciar mi seno por encima del sosten, mis pezones estaban muy sensibles y la caricia los hizo muy evidentes.

-Usa tu otra mano.

Obediente llevé la otra mano al seno libre pero él negó con la cabeza, lentamente, sin decir palabra. Así que llevé mi mano derecha al pubis sobre el panty de algodón blanco, usé dos dedos para recorrer mi vulva mientras mi cadera giraba lentamente para facilitar la caricia. El sol abrazaba mi cuerpo y yo disfrutaba por igual mis caricias y su mirada absorta en el suave contoneó de mi cuerpo. Yo mientras tanto, lo miraba con la boca entreabierta, su pene hinchado levantaba notoriamente el boxer y mantenía mi atención en su entrepierna.

Cuando empecé a sentir la humedad desbordante, Alfredo me hizo señas con una mano para que me acercara y se acomodó en el sillón. Me acerqué a él caminando lentamente, cuando estuve a su alcance rodeó mi cuerpo con sus brazos y soltó el broche del bracier en mi espalda. Lentamente bajó uno por uno los tirantes antes de descubrir mis pechos, los cuales cubrió inmediatamente con su mano y su boca. La punta de su lengua recorría lentamente el borde la aureloa, apretaba suavemente el pezón usando sus labios, o chupaba con desesperación como si de mi pecho emanara su fuerza. Sus piernas rodeaban mi cuerpo y yo podía acariciar sus muslos.

Separándome un poco me dejé escurrir hasta el piso, él se sentó en el borde del sillón para darme acceso a su pene delicioso todavía aprisionado en su ropa interior. Me las arreglé para quitar el boxer y dedicarme a besar y lamer su falo mientras con la mano acariciaba sus testículos. Recorrí el frenillo de abajo arriba con mi lengua mientras Alfredo hacia gestos de placer y ponía sus manos sobre mi cabeza para invitarme a darle una mamada. Me encantaba su pene, siempre ejerció unas especie de magnetismo sobre mi; tenerlo en mi boca, recorrerlo de arriba abajo apretando con mis labios, besar el glande, chuparlo, recorrerlo con las manos, sentirlo vibrar en mi garganta, encendía todo mi cuerpo de forma indescriptible.

Sus manos sobre mi cabeza dirigían el ritmo primero pausado y luego cada vez más intenso hasta que la tensión en su cuerpo le causó una especie de espasmos.
-¡Espera! Detente un poco! ? no quiero venirme todavía
Respiró profundamente y se acercó para besarme en los labios. Luego se estiró por encima del brazo del sillón para alcanzar un condón que esperaba en la biblioteca vacía. Rasgó el empaque y se lo puso mientras me besaba en los labios. Tomándome por los brazos me ayudó a ponerme de pie en frente de él. Bajó el panty colmado de humedad y me invito a sentarme sobre su pene más que erguido, mientras me penetraba. El ajuste era perfecto.

Después de todo lo que habíamos compartido los dos sabíamos muy bien lo que el otro necesitaba para llegar a la cima del placer. Sentada sobre sus piernas de frente al él, me moví en círculos con su penen bien adentro de mi. Mientras lo hacía sentía el estimulo sobre las paredes de mi vagina que empezó a contraerse rítmicamente. Le besé en los labios, las orejas, el cuello; le acaricié el la cabeza con mis dedos entre el cabello, mientras él recorría mi espalda con una mano y aprisionaba un pezón con los dedos de la otra mano.

Puso sus manos en mis nalgas, acarició, apretó y finalmente me ayudo a impulsarme para moverme de abajo hacia arriba para luego volver a bajar; recorriendo su pene a todo lo largo con los labios de mi vulva. En medio de jadeos y sin dejar de rotar mi cadera incliné mi cuerpo separándome de él mientras me sostenía de los brazos del sillón, la fricción se sentía más intensamente e hizo que aceleráramos el ritmo de los movimientos hasta que mis ojos se nublaron con miles de estrellas, todo mi cuerpo se sonrojó y mi vagina se inundó con mis líquidos.

Me detuve un poco para recuperar el aliento. El aprovechó al pausa para ponerme de pie (casi no me sostenía); se acomodó de nuevo en el borde del sillón y tomándome por la cadera me dio la vuelta y me jaló hasta que estuve de nuevo sentada sobre sus piernas esta vez con su pene en mi vagina penetrándome desde atrás. Empezó con movimientos lentos que se fueron haciendo cada vez más rápidos y apremiantes. Eso me enloquecía y él lo sabía; como sabía que si además de bombear en mi vagina, estimulaba mi clítoris con sus dedos yo iba a perder el control por completo en un paroxismo de jadeos y gritos.

Y perdí el control, dejándome llevar por el impulso de sus embestidas y los movimientos circulares de su dedo sobre mi clítoris hinchado. Mis jadeos se hacían cada vez mas fuertes, sentía gotas de sudor deslizarse por mi espalda y mi pecho; los músculos de mis piernas protestaban por lo exigente del movimiento en esa posición; pero yo no paraba de subir y bajar con euforia. Para mantener el ritmo, Alfredo puso sus manos en mi cintura al tiempo que yo continuaba la faena en mi clítoris. Con cada una de sus envestidas sentía el golpe de sus testículos y me iba acercando más y más a una gran explosión orgásmica.

Sentía cómo cada músculo de mi vagina apretaba su pene al compás de las penetraciones, sentía mi respiración cada vez más acelerada y la tensión en cada uno de los músculos de mis piernas.

-Te gusta nena?, dímelo!
-Me encanta, me encanta!!! Si! Sigue!, no te detengas!
-no me detengo, vente, disfrútame, me tienes todo para ti.
-si, si, sigue!, siiiii ahhhhh
-vamos nena vente, así!

Yo me sentía desfallecer pero el movimiento no cesaba, el placer llenaba todo mi cuerpo surgiendo desde la vagina colmada de líquido; las luces... había entrado en una sucesión de orgasmos que parecía interminable.

-Yo también me voy a venir
-si? vente ,vente, damelo!!
-ahhhh

Después del espasmo y las contracciones; el movimiento se fue apagando lentamente, estiró su mano para reclinar el sillón y yo caí estrepitosamente sobre él y allí me quedé.
No se cuanto tiempo pasó, debieron ser algunos minutos. No estaba dormida y creo que él tampoco, pero no estaba realmente despierta, sentía como si chorros de agua salieran de todo mi cuerpo, o pequeñas flores brotaran a través de los poros de mi piel. Estaba exhausta y feliz. Alfredo me acariciaba un brazo al tiempo que dormitaba.

Cuando recuperé la conciencia y mire el reloj me incorporé de un brinco, le di un beso en el pecho y me fui al baño. Tome una ducha larga dejando que el agua corriera por mi cuerpo cansado y renovado al tiempo. Cuando estaba por salir, Alfredo entró en la regadera y decidió enjabonarme de nuevo. Mientras yo me dejaba hacer, cubrió mi cuerpo con espuma y luego la fue quitando con sus manos y el agua corriente; después de un largo beso de despedida me autorizo a salir de la ducha para vestirme y correr de regreso al trabajo.

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